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Acto de Unidas Podemos en Alagón

Acto de campaña de Unidas Podemos en Alagon, con la participación de nuestro compañero Rubén Estévez como candidato al congreso y Elena García al senado. Los dos canditatos hicieron un repaso al programa electoral que tiene la coalición electoral, donde busca poner a las personas en el centro de las decisiones y la apuesta por los servicios públicos.

Valoración de los presupuestos de la DPZ.

PP y PAR han aprobado los terceros presupuestos del mandato, nutridos prácticamente en su totalidad de los fondos provenientes del Estado. Una previsión de 138 millones de euros, que fundamentalmente se dedican a repartir subvenciones y convenios (32%) y al gasto propio de su funcionamiento (corriente 18% y personal 30%) Izquierda Unida los valora desde el punto de vista de su utilidad social en estos momentos. En primer lugar, estos presupuestos dejan ver las políticas de recorte a que nos conduce el Partido Popular en otras instituciones, y que imperativamente aquí se aplican o se acatan. Hablamos por ejemplo de la injusta aplicación de la normativa sobre sostenibilidad financiera y estabilidad. Pero lo más grave de todo es que con esta financiación que viene del Estado se quiera modificar la Ley de Bases de las Entidades Locales para que las diputaciones provinciales gestionen servicios municipales, para las que hoy no están preparadas técnicamente, ni dotadas económicamente. En el transcurso del debate, José Ángel Miramón, portavoz de IU cuestionó el valor del documento votado ahora con respecto al que finalmente haya en diciembre de 2014. Y es que la experiencia de estos dos años anteriores nos hace ser muy pesimistas. Porque este año IU ha sido testigo de una gestión que reprobamos; improvisada, llena de errores, reparos, arbitrariedades y rectificaciones sobre la marcha que, desde nuestro punto de vista, rara vez ha respondido al interés general sino, más bien, al cumplimiento estricto de una política de cupos decimonónica y nada transparente. Desconfiamos de estas prácticas opacas, que ni mejoran ni solucionan la gestión, y que lejos de corregir, incrementan de una manera notable el reparto clientelar partidista.

Para IU ha sido muy grave el cese de la interventora general, la persona que tiene que velar por el estricto cumplimiento y el control de la gestión presupuestaria, por no acatar los caprichos presidenciales o de su socio de gobierno. Desde el Grupo Provincial de Izquierda Unida seguimos reclamando el diálogo para poder llegar a elaborar unas bases justas y proporcionadas en los distintos planes que se elaboran en la institución, pero no se ha producido ese dialogo y gran parte de ellos siguen manteniendo unos vicios que perjudican claramente a unos u otros municipios; muestra de ello han sido el Plan de Concertación, el Plan de Servicios Básicos o el reciente Plan de Apoyo al Desarrollo Industrial Municipal. Así es que dudamos mucho de que la aprobación presupuestaria significara en realidad algo más que el cumplimiento de un trámite legal, que luego cambian a su voluntad, libre albedrío y carente totalmente de transparencia.

Una de las propuestas que hizo IU, fue incrementar el Plan Extraordinario de Empleo, considerando éste como el mayor problema que tiene la provincia; de la misma manera cambiemos los Convenios de Empleo por Planes Provinciales, repartidos con criterios de equidad y concurrencia. Propusimos también un Plan de Apoyo a los Servicios Sociales de Base, actualmente desbordados, y una Red Comarcal de Fomento del Empleo y contra la Exclusión Social.

También pedimos incrementar el Plan de Infraestructuras y Equipamientos Locales, y la creación de un nuevo Plan para la realización y mantenimiento de las páginas Web municipales, adecuándolas a la nueva legislación en materia de transparencia, buen gobierno y acceso a la información. Apostamos por incrementar las partidas de Cooperación y Solidaridad y Ayuda Humanitaria de Emergencia, partida que va bajando año tras año y que da muestras de las intenciones del gobierno respecto a este tema. Pretendimos incrementar la partida de Educación de Adultos en el medio rural. Todo esto en detrimento de las partidas que se reparten “a dedo” o las destinadas a la Iglesia Católica y proponiendo un Plan alternativo de Restauración y Conservación del Patrimonio Histórico-Artístico, sea quien sea su propietario.
Gran parte de las críticas de IU en la institución provincial se han centrado en la minoración de los fondos gestionados con transparencia, igualdad y concurrencia competitiva, frente a aquellos repartidos con discrecionalidad de cupos (partidos).

Nos referimos fundamentalmente a las ayudas de Presidencia cuya metodología enmendamos y se nos rechazó; lo que no resulta tolerable si pretendemos avanzar hacia la transparencia democrática y la equidad en el reparto de fondos públicos. Además, criticó Miramón, la fórmula del convenio se ha generalizado como una nueva forma de repartir subvenciones “a dedo”. Por ello, IU rechazó los presupuestos de la DPZ para 2014, más que el qué o el cuánto, cuestionando el cómo y el a quién.

El caracol, las hormigas y el pájaro

Luis García Montero.

 

Hacía mucho tiempo que no se sentaban en el banco de un parque. Mario pensó en los primeros días de su noviazgo, cuando esperaba a que ella saliera del supermercado. Juana pensó en el nacimiento de su primer hijo y en el paseo de los domingos por la mañana. Una pareja comparte los mismos recuerdos, pero con una memoria diferente. Sentarse en un banco suponía para Mario volver a 2001, huir del taller a las dos y media, doblar la esquina y sentarse a ver pasar mujeres y hombres con las bolsas de la compra. A las tres había cambio de turno y la muchacha que acababa de conocer, una cajera más inquieta que una ardilla y más alegre que una verbena, lo buscaba con los ojos desde la puerta.

Juana se veía en el 2005 con el cochecito del niño. Espera, vamos a sentarnos, decía. Más que llegar tarde o pronto a ningún sitio, necesitaba acostumbrarse a la nueva situación. Las bodas cambian poco la vida, pero los hijos provocan un terremoto. Miraba pasar a las parejas, a los niños con bicicleta, a los abuelos, y pensaba que el mundo era una inmensa rueda de pañales, horarios, comidas, cenas, buenas y malas noches, llamadas telefónicas, incertidumbres… Se sentía feliz, temerosa y pequeña ante el reloj de la cocina. La realidad funcionaba como una maquinaria de exigencias ineludibles en la que ella había entrado casi sin darse cuenta.

Mira, en lo alto de aquel árbol hay un nido, dijo Mario, señalando con el brazo extendido hacia el plátano grande de la esquina. Juana obedeció al dedo índice de su marido y siguió el rumbo hasta llegar a la copa del árbol. Un revuelo verde denunció el lugar señalado. El pájaro entraba en su nido. Imaginó lo que no oía y lo que no veía, el tumulto de picos abiertos en busca de la comida recién llegada. Es curioso, yo me estaba fijando en ese hormiguero, contestó ella. Mario observó el hueco minúsculo que se abría junto a la pata derecha del banco. Una fila de hormigas salía del seto, pasaba entre sus zapatos y bajaba a las profundidades de la tierra con un instinto disciplinado y temerario. Incluso las grietas tienen utilidad en la naturaleza.

Juana valoró la suerte de vivir en lo alto de aquel árbol. Seguro que hasta allí no subían los gatos, ni los revisores del gas, ni la presidenta de ninguna comunidad de vecinos, ni las cartas certificadas con malas noticias. El deseo de ser transparente, de convertirse en aire, le provocó una sonrisa. Mario valoró en silencio la posibilidad de sumergirse en la tierra, de descender hasta el fondo de los días y las noches por un laberinto convertido en refugio. Bajo las ruedas de los autobuses, la prisa de los paseantes, las ventanas de los edificios y el cielo gris, se escondía una realidad sibilina al margen de la lluvia, las quiebras, los despidos y las cajas de ahorros. La identificación de la penumbra de un hormiguero con el sótano de un pub fue una ocurrencia digna de su juventud, un resto de humor propio de los tiempos pasados.

Mario había sido durante años un rey de copas en las barras de la noche. Siempre pedía la última, siempre convencía a sus amigos de la conveniencia de mantenerse al pie del cañón por lo que pudiera caer. Un sábado el cazador fue cazado y Juana ocupó de inmediato el trono de la pandilla. Se las arreglaban para hacer el amor a la hora de la siesta. Las llaves del taller, de un coche bien aparcado o de la casa de un amigo entraban en las cerraduras para desnudarlos y llenar de felicidad las tardes de los sábados y los domingos. Eran como una copa bien cargada. Luego llegaba la noche con otro tipo de intimidad: música, fanfarronería compartida, amigos ruidosos y whisky con coca-cola.

Cuando nació Jorge, su primer hijo, las cosas cambiaron mucho, aunque de vez en cuando la abuela se prestase a hacer de canguro. Un año después llegó Rosa y las citas nocturnas se apretaron, porque dos nietos dan mucho más trabajo que uno y porque la mensualidad de la hipoteca adelgazó de forma tajante el presupuesto de los fines de semana. 2007 fue un año feliz, abstemio y cargado de planes.

Un año todavía feliz, piensa Juana, mientras se fija en el caracol que la observa baboso desde la hierba. Caracol, saca los cuernos al sol, murmura. Los pájaros ponen casa en las copas de los árboles, las hormigas bajo tierra y los caracoles la llevan encima. Son unos propietarios con pocas raíces. Se lo comenta a Mario y su marido está de acuerdo con ella. Los caracoles tienen intimidad en cualquier sitio. Como ellos, Mario y Juana, Juana y Mario, que miran juntos el portal del edificio número siete y el balcón del tercero derecha. Igual que en los buenos tiempos, han dejado a Rosa y Jorge en casa de la abuela. Hacía muchos meses que no se sentaban juntos en un banco para compartir el espectáculo gratuito y minucioso del mundo.

Pero tienen que levantarse. Son ya las doce. A las doce y media deben estar en casa. Suponen que la policía y el secretario judicial serán puntuales cuando lleven la orden de desahucio.

http://blogs.publico.es/luis-garcia-montero/757/el-caracol-la-hormigas-y-el-pajaro/

¿Y de los alquileres qué?

 

Javier Ávila

 

Me contaba mi suegro que, cuando hubo de abandonar su pueblo en dirección a una capital como Zaragoza perseguido por el hambre y el racismo político, a los 18 años de edad, entre su padre y él ganaban un jornal que les permitía pagar la noche de pensión y una comida al día. Y eso que su padre ganaba el doble que él. Corría el año 1954.   Esto, que parecía tan lejano, empieza a planear sobre la vida de muchos jóvenes que, o bien adquieren una casa a través de un préstamo de por vida (y sus padres les proveen la alimentación) o bien se pagan su alimentación viviendo en casa de sus padres.   Y es que un salario mínimo congelado en algo más de 600 € no permite pagar alquileres por el mismo importe y alimentarse al mismo tiempo. Esto huele a emigración, como al final tuvo que hacer mi suegro y su generación. Esto es una secuela de la burbuja especulativa del ladrillo que tardará décadas en ajustarse con la política actual que pretende relanzar el sector (que aunque lo creen moribundo, ya está en coma).   Pero parece ser que la Patronal del señor Rosell, tiene una solución: subir el salario a los 400 €. Así ya no tendrán que decidir los jóvenes qué hacer. Tendrán seguro que deberán vivir con sus padres el resto de su vida … o emigrar.   ¿Por qué nadie propone bajar el alquiler de las viviendas a un nivel racional? Por ejemplo a 150 € para un salario de 600 € o a 100 para uno de 400. Varios economistas proponen la compra ventajosa por parte del Estado de las viviendas que no se venden y su dedicación a alquiler económico. Hay que recordar que los alquileres fueron encumbrados por la misma burbuja especulativa que enriqueció a unos pocos y pretende empobrecer a la mayoría.   Con los alquileres de locales aún es peor. Ningún joven (ni muchos mayores) puede plantearse alquilar un local (a 1000 € mensuales de media) para establecer un mini-negocio. ¿Dónde está ese Gobierno que quiere promocionar las pequeñas y medianas empresas? La solución no es la rebaja fiscal que beneficia principalmente a las grandes empresas, sino la rebaja, hasta niveles lógicos, de gastos fijos como alquileres y suministros (electricidad, servicios telefónicos, etc.). Muy al contrario, una subida fiscal a las grandes empresas equilibraría su posición respecto de las pequeñas, daría una inyección financiera importante al Estado y saldaría la deuda social que arrastra: los grandes beneficios obtenidos en el pasado reciente y que no fueron reinvertidos en la Sociedad.   Pero de todo esto, ni palabra…es un sacrilegio  para un gobierno neoliberal.

¿Es el gobierno de los ciudadanos o de los banqueros?

 

Javier Ávila

 

Resulta bastante curioso, por no decir engañoso, que cuando alguien tiene la suerte de recibir un piso de protección oficial puede acogerse a una serie de ayudas económicas para su adquisición. Estas ayudas nacieron precisamente por el perfil económico de bajos recursos de los adjudicatarios de estas viviendas. Una de ellas es la subvención durante varios años a los intereses del préstamo. Siempre me he preguntado por qué no se subvencionaba directamente al capital prestado, ya que al disminuir éste se reducirían también los intereses a pagar, pero en mayor medida que con la subvención directa a los intereses. Es decir, el beneficiario de las ayudas obtendría mayor beneficio. El pero es que los bancos tendrían un negocio algo más reducido. ¿Es el gobierno de los ciudadanos o de los banqueros? A esto se le llama transferencia de renta pública (de todos) al sector financiero (los banqueros).   Pero aún es más curiosa, por su cuantía económica, la entrega de ayudas a los bancos con problemas de solvencia  sin contraprestación (obligaciones o acciones). La falta de solvencia de los bancos ha sido consecuencia de la ineptitud de los banqueros para gestionar grandes capitales racionalmente. Llamamos inepto al fontanero que reparando una fuga de agua produce otra mayor. ¿No han hecho lo mismo los banqueros? ¿Por qué siguen dirigiendo los bancos que han hundido? ¿Por qué cobran tamañas comisiones si no han sabido hacer su trabajo? ¿Por qué siguen dirigiendo las instituciones controladoras  (Banco de España, CNMV) las mismas personas?   Retomando el tema. Yo me pregunto por qué no se concedieron las subvenciones a los hipotecados con la finalidad de cancelar parte de su deuda. El beneficio social hubiera sido inmenso. Habría desaparecido la morosidad y, por consiguiente, los desahucios y, con ello, el riesgo de pobreza y exclusión social. El dinero habría llegado en la misma cantidad a los bancos consiguiéndose el mismo efecto sobre el sector financiero que el actual. Bueno, habría una pequeña diferencia, los bancos no se habrían quedado a precio se saldo tanta vivienda embargada. ¿Es el gobierno de los ciudadanos o de los banqueros?   Está claro que gobernantes y banqueros cenan juntos a menudo.

La gran mentira del Capitalismo

 

Javier Ávila

 

El Capitalismo convence y atrae hacia sus intereses a los agentes sociales a base de prometerles libertad (de pensamiento, empresa, expresión,  decisión).   En cuánto a la libertad de pensamiento se ha demostrado, a través de los siglos, inalienable, por ser algo interior y opaco a la persona. Bueno, eso es lo que pensamos sin darnos cuenta de que sufrimos constante bombardeo publicitario e ideológico por parte de los medios de comunicación que pertenecen y, por tanto, defienden los intereses de las clases altas (económica, militar y eclesiástica). Es un trabajo lento pero eficaz, como demuestra la dirección del voto hacia muchas candidaturas repetitivas en cuanto a la corrupción y la ineficacia para lo sociedad.   Esto enlaza directamente con la capacidad de decisión que, aunque nos parezca libre, está condicionada por la legislación promovida por los partidos mayoritarios (incluidos los autonómicos) que defienden, precisamente y como reiteradamente se ha demostrado, a esas clases poderosas que los sustentan y los acogen en sus brazos cuando se les acaba el grifo público. Si le sumamos la capacidad propagandística de los medios de comunicación, la libertad de elección se ha convertido, sin darnos cuenta, en un sueño engañoso en el que decidimos y consumimos lo que nos “aconsejan”.   Igualmente utópica es la libertad de expresión. Sólo hay que ver a la gente cuando discute en los foros familiares o de amistades repitiendo como ideas propias exactamente lo mismo que están retransmitiendo por las cadenas audiovisuales a través de los “preparados” comentaristas o contertulios (que está más de moda ahora). Por suerte, porque aquél que se sale de esas líneas criticando los desahucios, los recortes, el régimen monárquico, el ilaicismo de las administraciones, la corrupción político-financiera o la falta de democracia en general son, como poco, aporreados (además de fichados) si no acaban en el cuartelillo.   La libertad de empresa es la gran falacia. En ella se basa todo el sistema (teóricamente) y hasta los estados crean “tribunales de competencia” como en Estados Unidos. La creación de estos “tribunales” ya explica suficientemente que la competencia está en peligro o, simplemente, no existe.   La esencia del Capitalismo es la acumulación de capital. La producción y venta de mercancías produce una acumulación de “baja intensidad” (por lo que puede llegar a ser estable a largo plazo). Sin embargo, la laxitud legislativa permite mayores posibilidades de acumulación: la obtención de beneficios por el simple hecho de crecer en la propia acumulación de capital (aunque no se produzca ningún bien en muchos casos), lo que se denomina economías de escala. La paradoja de este proceso es que si se llega a la ausencia de crecimiento, la empresa o sistema quiebra (lo que trasluce su naturaleza piramidal).   Evidencia de toda esta exposición es que el gran triunfador del sistema capitalista es el monopolio que, paradójicamente (¡cuanta paradoja!), es potenciado por los propios gobiernos. Propongamos una pequeña reflexión. ¿Cuántas empresas automovilísticas quedan (matrices, no marcas)? ¿Cuántas cadenas de alimentación? ¿Cuántos bancos van a quedar? ¿Cuántas empresas controlan la distribución de alimentos y bienes de consumo? ¿Cuántas empresas componen “los mercados” financieros? Sumando con los dedos nos sobrará alguno. Esto se llama oligopolio (fase infantil del monopolio) y lo que posibilita es que un pequeño grupo de asesores, inversores, empresarios o como quieran llamarlos pueden tomar decisiones conjuntas que pueden imponer a la población (su propia dispersión imposibilita acciones o decisiones contrapuestas) y, lo que es más grave, a los gobiernos (cuyos integrantes acaban siendo sus mercenarios a sueldo).   Muchos nos preguntamos el porqué de esa obsesión crecientista. Si nuestros propios gobiernos dicen (y efectivamente así es) que la economía es mantenida por las pequeñas y medianas empresas (y el empleo), ¿por qué alientan y financian la creación de grandes grupos económicos contra la lógica de promover un entramado de pequeños capitalistas estable a largo plazo por su reducida capacidad especulativa? Es de resaltar que uno de los principales efectos de la existencia de grandes empresas es que acaban expulsando del mercado a las pequeñas (por su menor posibilidad de influencia sobre precios y sobre grupos de decisión, como los políticos). Aquí aparece la paradoja que tiene un efecto devastador sobre el empleo y, por ende, sobre toda la economía.   Quizás sea el momento de la creación de un cuarto poder (relacionado directamente con los ciudadanos) con potestad única sobre el control de la economía y de los políticos, que integre una fiscalía anticorrupción con potestad sobre la evasión de capitales, un instituto anti-especulación, un órgano de defensa biológica, banca pública de pequeño crédito y cualesquiera otros medios que permitan una reproducción estable de la economía a largo plazo, olvidando el insano e insensato crecimiento.   Ya se plantea en muchos foros cómo el decrecimiento económico puede ser más rentable, sobre todo social y ecológicamente.

Odio a los indeferentes.

 

 

Hay textos por los que no pasa el tiempo. Cambian las circunstancias históricas, pero siguen teniendo plena actualidad y vigencia. Uno de los pensadores marxistas que aportó más modernidad a sus análisis fue el italiano Antonio Gramsci. Encarcelado por Mussolini murió en un hospital penitenciario el 27 de abril de 1937. Tenía 70 años. Pues bien, 74 años después de su desaparición, uno de sus textos de juventud, escrito en 1917, es decir hace nada menos que 94 años, parece redactado expresamente para referirse a las actitudes de indiferencia, desencanto y desentendimiento de la política que se ha instalado en ciertos sectores de la sociedad española. El texto en cuestión, una breve reflexión de poco más de 80 páginas, lleva por título ‘Odio a los indiferentes’

El resumen del que disponemos en castellano rebate mucho mejor que cualquier otro texto actual algunas de las ideas que están en la mesa del debate político de estos días. Fue escrito para advertir sobre la llegada del fascismo italiano, pero se puede aplicar a otros momentos en los que la renuncia al poder del voto abre la puerta a autoritarismos de distinto signo. Un texto que entronca también con los versos de unos de nuestros grandes poetas, Gabriel Celaya, cuando escribió: “Maldigo la poesía concebida como un lujo/ cultural por los neutrales / que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

A continuación el resumen del texto escrito por Gramsci hace casi un siglo.

“Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?

Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.

Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes”.

Hacia la China de Europa

 

Javier Ávila

 

Es curioso el trato degradante que suelen dar los “fuertes” a los “débiles”. Es curioso porque sin la existencia de éstos, aquellos no serían nunca fuertes, es decir, que necesitan de su existencia para vivir.

Pasándonos al tema de la economía europea, resulta que esos “fuertes” decidieron llamar PIIGS (cerdos en inglés) a estos países débiles de Europa occidental (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España). Unos países que están cumpliendo algunas de las exigencias europeas (como déficit y deuda públicas en el caso de España) mejor que los fuertes y, sin embargo, éstos pretenden que ajusten sus economías (vía precariedad laboral) aún más.

El objetivo final no es otro que hacer la competencia a China. ¿Y la solución? Convertir a los que yo prefiero llamar GIPIS en la China de Europa. Obviamente sólo hay una vía para ello: la merma salarial y la rebaja de derechos laborales para reducir el coste final de los productos que quiere consumir el resto de Europa. ¿Y porqué si ya vienen los productos baratos de China? Precisamente por eso.

China es el país con mayor reserva de moneda americana. Si la pusiera en circulación podría hundir la economía USA vía incremento de su inflación. Por eso Estados Unidos ya da por sentado que China será la primera potencia económica en 2020 (yo creo que antes y los americanos también lo piensan). Europa no quiere sufrir el mismo fin y se ha propuesto traer el sistema de producción chino a Europa, un sistema de producción que no es realmente chino, sino un proyecto occidental (con empresas multinacionales occidentales) de producción barata en China y comercialización cara en el resto del mundo rico.

Europa tiene su China, los países GIPIS, pero hace falta reducir drásticamente los derechos de sus trabajadores y formalizar unos gobiernos autocráticos…

Esperemos que estos países tengan un comportamiento hippie y se opongan a seguir el camino señalado por los magnates-mafiosos del mundo reconvertidos en honorable-imprescindibles salvadores de la humanidad. Yo tengo fe.

La Crisis y los mercados secundarios.

 

Javier Ávila.

 

Podemos definir mercados secundarios como aquellos que negocian bienes o servicios sin intervenir directamente en su transferencia, es decir, donde el capital apuesta sobre el valor futuro de unos bienes o servicios que no son de su propiedad. Cuanto menor sea la relación entre dichos bienes y servicios y los especuladores, mayor será la volatilidad del mercado. Y decimos especuladores pues su objetivo no es otro que favorecer sus beneficios lanzando expectativas al mercado, pero sin producir bienes o servicios reales.

Tras la Gran Depresión que siguió al Crac del 29 los gobiernos (empezando por el norteamericano) decidieron regular los mercados secundarios, especialmente los más volátiles o especulativos. Y se hizo porque la falta de control sobre los mismos había producido la crisis más grave del Capitalismo hasta la fecha.

Sesenta años después, tras la caída del “Telón de acero” (¿coincidencia?) el sistema (y sus dirigentes) creyeron entrar en una fase de estabilidad económica, sin oposición, llena de posibilidades. Al mismo tiempo ya se mostraban signos evidentes del cansancio de la economía productiva. Tocaba, pues, abrir la economía hacia la virtualidad prohibida hacía años pero llena de opciones de acumulación. Comenzó la desregulación de los mercados secundarios. Aquello trajo aparejado el movimiento desorbitado de capitales sin fundamento material, es decir, el crédito sobre el crédito. Se permitieron mercados secundarios totalmente ficticios pero con unos beneficios inmensos: seguros sobre futuros de precios de viviendas ajenas, sobre impago de hipotecas ajenas, sobre el precio del trigo producido en, por ejemplo, Indonesia.

Obviamente, estos grandes capitales no iban a esperar el desarrollo del mercado, si no que ellos mismos iban a ir forzando la evolución de los indicadores. Como en todos los mercados los beneficios se producen cuando hay aumento de precios, por tanto, dicha especulación estaba y está empujando los precios de bienes y servicios (muchas veces básicos como alimento o vivienda) al alza, en dirección opuesta a la renta real de las familias. Hasta aquí todo parece un juego. Pero, ¿de donde salen las ganancias de los grandes especuladores? Demostrado ya que entre ellos no se muerden, las ganancias sólo pueden obtenerlas del que ellos mismos llaman “dinero tonto”. El otro gran invento del Capitalismo de finales de siglo y que ha permitido un retraso en la llegada de esta crisis pero también que ésta llegara con mayor intensidad es el llamado “Capitalismo popular”. Cuando se extendió institucionalmente la idea de que cualquiera podía ser accionista o inversor (a través de fondos que no podía controlar al ser semiopacos por gracia de las leyes occidentales) se estaba creando la figura del “comprador de boletos para una rifa que ya tenía beneficiario”.

Pequeños beneficios en las primeras operaciones envalentonaba al inversor a aventurarse en inversiones de mayor riesgo, con lo que a medio plazo se producían muchas desilusiones. Pero el mecanismo perverso es otro. El pequeño capital que los inversores populares introducen en el mercado sirve para que los fondos que especulan contra la economía real se revaloricen en contra de ésta y se den incrementos en el precio de bienes básicos como los mencionados alimentos y vivienda. Esto redunda en la bajada de los salarios reales, con lo que las hipotéticas ganancias de los inversores populares son realmente pérdidas (que pueden ser dobles: la propia inversión particular y el deterioro de la economía del país).

Este proceso desarrollado en los grandes centros financieros está teniendo, de momento, efectos limitados sobre los ciudadanos occidentales por su mayor capacidad adquisitiva, pero demoledor sobre los habitantes de las zonas deprimidas del mundo. Este efecto ha sido decisivo en las revoluciones norteafricanas.

Los mercados secundarios son loterías donde ya se conocen los ganadores y no son, precisamente, los inversores populares. Nuestras inversiones están produciendo grandes fortunas en Occidente e inmensas bolsas de hambre en el resto del mundo. Entonces ¿por qué invertir en ellos?

Opinión

En este espacio te presentamos diversos artículos de opinión para que tengas «otro punto de vista», porque existe otra manera de hacer política y en IU te la queremos mostrar.