Artículo de Alberto Cubero publicado el 25 de abril de 2021 en Arainfo.

El encontronazo en el debate de la SER vuelve a situar un debate que la izquierda tenemos pendiente y en el cual mostramos una innegable incoherencia. ¿Cómo debemos actuar ante Vox?

La decisión de Pablo Iglesias de levantarse del debate puede ser acertada, pero es incoherente con que este lunes cientos de concejalas y diputadas de Unidas Podemos sigamos sentados y debatiendo en ayuntamientos y parlamentos junto a cargos públicos de Vox, incluso votando lo mismo, o acudamos a tertulias de radio con ellos en toda España. Debemos abordar el debate y mantener una postura mínimamente coherente y reconocible, de lo contrario lo del viernes puede parecer un calentón más.

Sin duda la negativa a condenar las amenazas de muerte a Pablo Iglesias y la actitud de Monasterio en el debate es una vuelta de tuerca más en la actitud de Vox, pero el cartel de los menores inmigrantes también lo fue unos días antes. Quizás antes de preguntarnos como actuamos ante Vox, debemos de preguntarnos ¿Qué es Vox?

La tónica general ha sido calificar a Vox de fascismo. Desde las elecciones andaluzas de finales de 2018 donde Vox irrumpió en el parlamento andaluz con 12 diputados y en las mismas declaraciones de la noche electoral decretamos la «alerta antifascista», hasta estas elecciones de la Comunidad de Madrid, donde el discurso de UP ha sido que Pablo dimitió de vicepresidente para luchar contra el fascismo en Madrid. Algo que tiene más la intencionalidad de añadir épica a nuestra acción política, que de rigor histórico.

Palmiro Togliatti, Secretario General del PCI durante gran parte del fascismo italiano, solía afear a sus colegas de otros Partidos Comunistas su falta de rigor, cuando en la década de los 30 calificaban de fascismo cualquier medida autoritaria de sus gobiernos o un tono elevado de las derechas de sus respectivos países. Es cierto que el fascismo es un fenómeno concreto, con unas características determinadas que afortunadamente no se da ahora mismo en España, pero también es cierto que guarda una similitud inicial con lo que vivimos en España.

Cuando las crisis cíclicas del capital crean tal nivel de malestar en la mayoría social que este alcanza un nivel impugnatorio, desde el bloque dominante para evitar que ese malestar la izquierda lo dirija hacia ellos, verdaderos responsables, crean opciones políticas que redirijan el foco de responsabilidad hacia colectivos indefensos como chivos expiatorios para mantener intactos sus privilegios. Fueron los judíos en el período de entreguerras en Alemania y aquí son los menores inmigrantes no acompañados.

Para proteger sus privilegios y no por error, desde los grandes poderes económicos como las grandes empresas de comunicación, normalizan a Vox, para exponer esa opción a la mayoría social como forma de canalizar su malestar pues saben que este ha llegado a un grado extremo.

Por ello la pregunta no es tanto como nos relacionamos con Vox, sino como nos relacionamos con la mayoría social trabajadora para expresar ese enorme malestar y que no sientan que Vox lo expresa mejor. No se trata de fustigarnos pero el fascismo avanza sobre nuestros propios errores, sobre nuestra incapacidad de interpretar el malestar de la mayoría social y darle respuestas a la altura de su nivel de cabreo y miedo.

Todavía tenemos la suerte de que Vox no ha impregnado a un nivel considerable en los barrios obreros y no ha pillado el carril eurófobo de sus colegas europeos, que le haría crecer para ser algo más que un socio secundario del PP. Todavía estamos a tiempo.

Pero también tenemos la tarea de desenmascarar su verdadera naturaleza, canalizando los debates con ellos hacia la cuestión económica y de su relación programática con la estructura de poder, es ahí cuando la propuesta de Vox hace aguas y se muestran como lo que son, una opción más que protege los privilegios de los poderosos y condena a la miseria a la mayoría.

No es la mejor manera de combatir a Vox decretar cordones sanitarios, ni situar contradicciones de «Vox o democracia», «Vox o derechos humanos». Pues el resto de fuerzas supuestos aliados en esa contradicción tampoco defienden los derechos humanos, como el PSOE impidiendo regular los alquileres, pero sobre todo porque situamos a Vox de outsiders, cuando cada vez más gente es expulsada fuera de los márgenes de la sociedad por las políticas de esos mismos partidos que consideramos como aliados del bloque democrático frente a Vox.

¿Si hacemos cordones sanitarios para situar a Vox fuera del sistema y hacemos políticas que sitúan a millones de personas fuera del sistema, quién será el referente natural con el paso del tiempo de esos millones de personas? No olvidemos que somos nosotros los que nos situamos fuera del sistema para acabar con él, con un sistema donde el fascismo es una cara más, porque como decía Bertolt Brecht lo más parecido a un fascista es un burgués asustado.