Artículo de Javier Gimeno publicado el 16 de septiembre de 2022 en El Periódico de Aragón

Zaragoza era una de las ciudades que más había apostado por el fomento de la movilidad sostenible reduciendo el uso del vehículo privado y fomentando medios más ecológicos como la bicicleta o el tranvía. El Gobierno de Zaragoza en Común aprobó en 2018 un Plan de Movilidad Sostenible (PMUS) que establecía la ruta a seguir para seguir en la misma senda, fomentando el transporte público y la bicicleta, priorizando el peatón y favoreciendo que la gente optara por no coger el coche en sus desplazamientos diarios.

Sin embargo, la llegada de Jorge Azcón a la alcaldía provocó que el nuevo gobierno municipal apoyado por PP, Cs y VOX diera carpetazo al PMUS y a todo lo que habían sido las políticas de movilidad de los últimos años. El discurso público cambió y frente a la importancia de cuidar la salud y el planeta apareció el viejo discurso de la libertad individual y de que todos los medios de transporte eran igualmente válidos. De esta manera, apenas se está ampliando ya la red de carriles bici, se ha enterrado el proyecto de la segunda línea del tranvía y se ha comenzado a construir aparcamientos para favorecer los desplazamientos en coche privado. Es paradigmática la apuesta de Azcón por construir aparcamientos para coches en zonas verdes, algo que además de ilegal muestra la nula sensibilidad ambiental del PP de Zaragoza. 

Zaragoza no sólo lleva tres años de parálisis en cuanto a políticas de movilidad sostenible sino que en algunos aspectos ha incluso retrocedido como sería la construcción de nuevos aparcamientos para coches mencionada o la despacificación de calles (elevación del límite de velocidad de 30 a 50km/h). Además, el Gobierno PP-Cs ha dejado pasar la oportunidad de los fondos europeos para construir la línea 2 del tranvía y ha optado por usar esos fondos en adquirir buses eléctricos, una medida que siendo positiva carece del más mínimo potencial transformador. Mientras una segunda línea del tranvía habría mejorado el transporte público gracias a su alta capacidad y mayor velocidad, a la vez que habría reducido el espacio para el vehículo privado, la electrificación de los autobuses no supone ningún cambio en la movilidad de la ciudad.

Desde Zaragoza somos muchas las personas que seguimos con envidia las noticias que llegan de otras ciudades españolas y europeas que realmente están apostando por reducir el uso del coche privado en favor de la movilidad peatonal y ciclista. Mientras en París se sustituyen carriles de circulación de coches por carriles bici, en Zaragoza se pinta una bicicleta y un patinete en la calzada y a eso se le llama “ciclocarril”. Mientras en Barcelona cortan el tráfico en los alrededores de los colegios para hacer más seguros los entornos escolares, en Zaragoza se construyen aparcamientos en el entorno de los colegios para favorecer que se lleve a los hijos al colegio en coche. Mientras el mundo entiende que cada vez hay que ser más verde, el Partido Popular sigue empeñado en el gris del humo y el asfalto. 

Zaragoza necesita un giro de 180 grados en su política de movilidad así como recuperar una visión integral del urbanismo como elemento transformador para lograr una ciudad más sostenible. Para ello, en primer lugar es necesario que la movilidad peatonal sea el centro de la ciudad de los 15 minutos para que podamos ir andando a la mayoría de nuestros desplazamientos. Por ello, es necesario dejar de extender la ciudad con operaciones urbanísticas poco entendibles y apostar por la rehabilitación de la ciudad consolidada. En segundo lugar, Zaragoza debe recuperar su proyecto de segunda línea del tranvía, especialmente si tenemos en cuenta el éxito que ha tenido la primera línea y que la segunda línea supondría una inversión económica mucho menor. Y en tercer lugar hay que potenciar el uso de la bicicleta ampliando la red de carriles bici para que los desplazamientos sean seguros y rápidos. 

En definitiva, cuanto más nos acercamos a 2030 más se aleja Zaragoza de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que la Agenda 2030 estableció. Por ello, demos exigir a nuestros gobernantes municipales que corrijan el rumbo y apuesten por construir una ciudad más amable, sostenible y saludable donde merezca la pena vivir.