Artículo de Adolfo Barrena, publicado el 13 de abril de 2022 en Heraldo de Aragón

Pervirtieron el de Libertad. Ahora pervierten el de solidaridad. El Nuestro Presidente anuncia incentivos fiscales para quienes acojan niños y niñas de Ucrania y a quienes hagan donaciones a ese país. Lambán, escudero de esta nueva cruzada que es la guerra en Ucrania, incentiva la solidaridad. Para él hay personas refugiadas de primer y segundo nivel. Tenemos esa percepción desde que hemos visto como se ha explicado, defendido y vendido la guerra que Putin ha decidido iniciar en Ucrania. Nada dice, ni opina, ni se preocupa, de otras guerras que, como esta, matan y asesinan civiles, destrozan países y sacan de sus casas a millones de personas. El clasismo llega hasta convertir, las que interesan, en guerras “necesarias”, “justificables” o “convenientes”. Llegarán a decir que hay guerras buenas y malas. Ya vimos que se declaró el bombardeo de la OTAN de 1999 sobre la federación yugoslava como “guerra humanitaria”.

Ahora se aplica el clasismo a personas refugiadas. Por supuesto. A quienes vienen de Ucrania, a quienes huyen de esa locura que destruye su vida y les deja sin futuro, a quienes todo, incluso la vida, pierden hay que ayudarles. Tan solo encuentro en el clasismo inmoral los motivos por los que se discrimina favorablemente a las personas ucranianas, por qué se abre la frontera, por qué se organizan albergues y residencias de urgencia, por qué se resuelve el trámite burocrático en cuestión de horas y se dan permisos de residencia y trabajo, mientras que, a personas que huyen de otras partes de este planeta donde sufren las mismas penalidades y peligros, se les cierran las puertas, se les abandona en el mar, se les apalea ante una valla o se les abandona en la jungla del papeleo necesario para, al menos, evitar ser detenidos/as o devueltos a su país.

Deciden que haya refugiados/as de primera y de segunda clase. Clasismo y racismo se complementan para “clasificar” refugiados/as que, en definitiva, es clasificar personas. La historia nos recuerda hasta donde puede llevar el clasismo racista.

El Sr. Lambán, al anunciar rebajas fiscales, demuestra, además del cínico clasismo, que no sabe lo que es la solidaridad. La solidaridad no se subvenciona, ni se incentiva, ni se compra.
Solidaridad es el apoyo a una causa, a unas personas, a quienes sufren las consecuencias de injusticias, a quienes sufren una guerra, cualquier guerra. Solidaridad es apoyo, ayuda, respaldo, respeto,… es compartir, es colaboración mutua.

La solidaridad no es una moda, ni un hecho puntual que hay que demostrar o aplicar cuando conviene, ni cuando sirve a un determinado interés. En el caso del que estamos hablando no puede formar parte de la campaña oficial de blanqueo de esta guerra que, como todas, es injusta. La solidaridad no es un sentimiento coyuntural, sino un compromiso con la dignidad, con los derechos humanos, con la vida y con todas las víctimas de todas las guerras, con la vida y las gentes que son obligadas a abandonar sus hogares o que, como el pueblo saharaui, o el palestino, o el kurdo, sufren la represión y violencia de quienes ocupan sus territorios.

Hacer de la solidaridad un objeto subvencionable es pervertir el concepto. Quien es, de verdad, solidario o solidaria, no busca unos €, sino que pretende justicia, no necesita una propina, ni una limosna, necesita ver que las administraciones cumplen sus compromisos con los derechos humanos.

Compromete ayudas a quienes acojan niños/as de Ucrania, pero no se acuerda de esas familias aragonesas que, sin pedir ni esperar nada, porque son solidarias convencidas, año tras año, acogen niños y niñas saharauis. Ni de las que acogen a niños/as refugiados/as de Siria, del Yemen, de Afganistán, de Palestina,…Promete incentivos a quienes den donativos para Ucrania, pero no tiene en cuenta que la solidaridad aragonesa llega a muchos otros países y zonas del planeta en conflicto bélico, con hambrunas, con países sin desarrollar, sin vacunas. Ese clasismo pervierte el valor de la solidaridad.

El colmo del cinismo es prometer incentivos fiscales para Ucrania cuando el presupuesto del Gobierno de Aragón para cooperación al desarrollo lo tiene fijado en llegar, en 2023, al 0,20 %.