El día 9 de diciembre de 1931, en el Palacio de las Cortes Constituyentes, se aprobó la Constitución de la II República. Leyendo su articulado, a pesar de los 89 años transcurridos, podemos ver el alto nivel de desarrollo de la democracia que significó. Creo que es un modelo a seguir para construir la sociedad del futuro.

Estoy absolutamente convencido de que es tiempo de superar la constitución de 1978, es tiempo de hacer una nueva. Los discursos, oportunistas y preparados para la ocasión, para seguir el ritual de cada 6 de diciembre, escuchados estos días por parte de quienes se declaran constitucionalistas de pro, no han hecho más que confirmar que nuestra carta magna se ha quedado obsoleta.

¡¡Qué lejos queda una constitución de 1978 de aquella promulgada en 1931¡¡, la republicana fue la más avanzada de su tiempo. La II República, a través de su constitución, elevaba al máximo nivel la libertad y la democracia y por eso recogía, y protegía, la Justicia, el Progreso, la Emancipación de la mujer, la educación pública y laica, la Salud, la Pluralidad política, la Igualdad, la Separación de Poderes y la Paz. El fascismo, con un golpe de estado, una guerra salvaje y una feroz represión de más de 40 años, impidió que la ciudadanía llegase a vislumbrar la diferencia entre un régimen de libertad y el caciquismo de siempre.

El día 9 de diciembre de 1931, en el Palacio de las Cortes Constituyentes, se aprobó la Constitución de la II República. Leyendo su articulado, a pesar de los 89 años transcurridos, podemos ver el alto nivel de desarrollo de la democracia que significó. Creo que es un modelo a seguir para construir la sociedad del futuro.Los principios y valores republicanos no gustaron, ni gustan, a quienes, desde siempre, han tenido, y tienen, los privilegios. Intentan conservarlos. Durante dos siglos lo han hecho con golpes de estado, pronunciamientos y asonadas militares, ahora, lo intentan con las urnas, pero si no lo consiguen recurren al boicot, a las amenazas, a las conspiraciones, al ruido de sables y, si hace falta, a fusilar a medio país.

Quienes, como yo, vivimos el fin de la dictadura y, a pesar de las dudas, nos alegramos de empezar a recorrer la senda de la democracia, hoy vemos, ciertamente con mucha tristeza y muchas canas, que nuestra constitución, esa que tanto defienden los/as “constitucionalistas”, esa que nos abrió las puertas de la democracia, nos llevó a una “modélica transición” que acabó reformando al franquismo en vez de condenarlo, que permitió la impunidad del régimen genocida y que sentó en el trono a los Borbones.

El día 9 de diciembre de 1931, en el Palacio de las Cortes Constituyentes, se aprobó la Constitución de la II República. Leyendo su articulado, a pesar de los 89 años transcurridos, podemos ver el alto nivel de desarrollo de la democracia que significó. Creo que es un modelo a seguir para construir la sociedad del futuro.Es tiempo de mirar hacia delante. Por eso creo que hay que hacer algo tan democrático como dar la posibilidad de elegir a la ciudadanía. Así se hizo en 1931 cuando el pueblo pudo elegir entre las opciones republicanas y monárquicas. Hoy en día, 84 años después del golpe de estado fascista, no hemos podido decidir democráticamente que forma de estado preferimos, si monarquía o república. La monarquía nos ha sido impuesta y no concurre a las elecciones. No nos han dejado elegir si queremos ser ciudadanos y ciudadanas o súbditos/as de un monarca.

La República deja a la ciudadanía elegir, mediante sufragio universal, a la persona que tenga la Jefatura del estado mientras que la monarquía lo impone por derecho hereditario. Podemos elegir a quien tenga la alcaldía de nuestro pueblo, a quien presida nuestro Gobierno, pero no podemos elegir a nuestro jefe del estado.

La República es, desde un punto de vista democrático, más participativa, más justa y más racional.

Es uno de los motivos que nos lleva a reclamar un proceso constituyente pero no es el único.

Ciertamente, no lo escondo, soy republicano y, por consiguiente soy contrario a la monarquía. Y lo soy más allá de las andanzas, devaneos, trapicheos y corruptelas de gentes de la familia real. Pero aquí, en nuestro caso, hay más razones para querer que nos libremos de esa institución arcaica que es la corona. Por mor de esa Constitución que hay que superar, el rey es inviolable, no tiene responsabilidad alguna, aunque haga cosas ilegales o cometa delitos.

El rey, en tiempos en los que la situación dramática de las crisis económicas, desde hace 10 años, y la sanitaria que vivimos, requiere importantes gastos públicos, tiene una asignación millonaria que, además de su salario, significa un enorme gasto en seguridad que pagamos a través del Ministerio del Interior, de Viajes que pagamos a través del de exteriores, de mantenimiento de todas las residencias reales del de Presidencia. El rey, además, tiene el mando supremo de las fuerzas armadas cuando debería ser el Gobierno quien tuviera esa capacidad.

Hay, todavía, más razones para reclamar un nuevo proceso constituyente.

El día 9 de diciembre de 1931, en el Palacio de las Cortes Constituyentes, se aprobó la Constitución de la II República. Leyendo su articulado, a pesar de los 89 años transcurridos, podemos ver el alto nivel de desarrollo de la democracia que significó. Creo que es un modelo a seguir para construir la sociedad del futuro.La vigente Constitución, la de 1978, no obliga al estado a garantizar los derechos fundamentales. Por eso el derecho a la vivienda, al trabajo, a un salario y condiciones laborales dignos, a unos ingresos mínimos vitales, a una educación y una sanidad públicas plenamente adecuadas en tiempo y forma a las necesidades de la población, a la plena cobertura de las necesidades de las mujeres y niñas sometidas a la violencia machista, a unos servicios sociales extendidos universalmente, a la protección del medio ambiente, al bienestar animal,… no son reclamables al Estado.

Estos derechos, básicos y fundamentales para una vida digna, no son más que retórica recogida para justificar esa Constitución que, dicen, nos permitió superar la larga noche de la dictadura.

Por ello creo, al igual que otras personas, en la necesidad de una nueva Constitución que garantice los derechos básicos, laborales, sociales y políticos al conjunto de la ciudadanía, que fije como prioridad las inversiones en servicios públicos (sanidad, educación, pensiones y servicios sociales), que asegure la igualdad real entre hombres y mujeres, que considere prioritaria la protección del planeta en el que vivimos, que diga ¡¡No a la Guerra¡¡ y opte siempre por la paz.

La nueva constitución que quiero, que queremos, debe garantizar, también, el autogobierno de los pueblos en un país plurinacional y solidario. Quiero y queremos, porque tenemos derecho a ello, una Carta Magna que haga realidad una democracia plena, transparente y participativa.

Por eso, para trabajar por ello, nos hemos constituido en Plataforma, por eso reclamamos una nueva Constitución que salga de un proceso en libertad, con amplia participación ciudadana, con el debate y la reflexión necesarios y que concluya devolviendo la soberanía política, social y económica a la ciudadanía.

Por eso, como mucha otra gente, reclamo la apertura de un nuevo proceso constituyente.

Artículo de Adolfo Barrena publicado el 8 de diciembre de 2020 en Arainfo/ Diario Libre D’Aragón.