Cada cuatro años, cuando se celebran las asambleas de La Vía Campesina, la organización mundial que reúne a cientos de sindicatos agrarios y asociaciones campesinas, se reservan momentos de representación colectiva para escenificar la victoria. Los humanos necesitamos ciertos rituales para aprender a ganar. Para mí, el 1º de mayo es eso mismo. Y puede seguir siéndolo. Tenemos que repensar la movilización social en estas circunstancias, porque sigue siendo igualmente necesaria y más vital que nunca.

La crisis ya no es el fantasma que se veía venir hace unos meses, ya es una realidad para muchas aragonesas, alcanzando los 69.300 parados y una tasa de desempleo del 10,64% antes de contabilizar los efectos de los ERTEs motivados por el coronavirus. Esta crisis no puede volver a recaer en las espaldas de la clase trabajadora, como sucedió en 2008. Y digo clase trabajadora porque debemos reivindicar ese concepto que tantas veces se ha querido enterrar. Da igual si eres taxista o trabajadora del campo, si eres “rider” y repartes comida a domicilio obligado a hacerte falso autónomo, si eres maestra o trabajas de operaria en PSA. Todos aquellos que vivimos de la fuerza del trabajo y no de las rentas del capital somos clase obrera y, en estos tiempos de pandemia, se está demostrando quiénes están sacando adelante el país.

Yo era de esas personas que trataba de desdoblarse e intentar participar en las dos manifestaciones (la de CCOO, UGT, OSTA… y la de CGT, STEA…). Con algunos compañeros ironizamos estos días comentando que este año por fin será unitaria, que es un anhelo que muchas hemos tenido durante años. Unidad de acción porque la pertenencia de clase nos une. Es cierto que la praxis sindical de cada organización tiene su propia idiosincrasia, y cada quién puede escoger según sus preferencias. Aunque también es cierto que la práctica sindical depende mucho de cada comité, incluso de cada delegada o delegado.

Hagamos un sencillo experimento. Piensa en la gente que conoces nacida a partir de 1980 y repasa mentalmente quiénes crees que están afiliadas a un sindicato. Ahora al revés, ¿de los nacidos antes de 1980?

Los sindicatos tienen la difícil tarea de atraer a las generaciones nacidas a partir de 1980, las millenials (generación Y) y posteriores (Z). Por nuestra parte, es fundamental que entendamos la importancia de pertenecer a un sindicato de los denominados “de clase”. Porque nuestro bienestar está interrelacionado, no podemos librar peleas gremiales sin tener en cuenta al resto de la clase obrera. Tampoco podemos olvidar a las trabajadoras y trabajadores de otros países. Esa frase de “nativa o extranjera, la misma clase obrera” encierra altas dosis de verdad. Ningún bienestar puede construirse a costa de sufrimiento ajeno.

Durante los años de la crisis se han reforzado las campañas mediáticas de ataque al sindicalismo. Unas críticas feroces que han tratado de hacer cundir la desconfianza en unos agentes sociales que son clave. Y lo malo es que han calado en mucha gente. Los derechos y la mejora de las condiciones laborales no pueden avanzar sin esa herramienta que es la negociación sindical. Pero también hay que reconocer su labor en la lucha feminista, combatiendo más allá de la brecha salarial, de la proyección de un modelo productivo sostenible, de los derechos de las trabajadoras y trabajadores más vulnerables. Del mismo modo que los sindicatos agrarios no sólo defienden los intereses de quienes producen, sino que nos indican cuál es el modelo de consumo que necesita nuestra tierra.



Los sindicatos siguen siendo una pieza estratégica para defendernos de los abusos del sistema capitalista. ¿Acaso la patronal ha dejado de existir como lobby de presión en esta última década? ¿O más bien se ha reforzado comprendiendo a la perfección su papel? Tenemos que volver a hacer pedagogía de la importancia de unirse para luchar por un trabajo digno. Por desgracia, muchas personas de mi generación y también de las más jóvenes que yo desconocen conceptos como “ultraactividad de los convenios” o lo que es la “plusvalía” porque, en general, ha habido una involución en la conciencia de clase. Hemos crecido en un contexto cada vez más neoliberal, en el que primaba lo individual frente a lo colectivo. Es importante que en la construcción de la identidad personal se incluya este ingrediente de clase. Porque la generación de los millenials vamos a ser la primera sacudida por dos crisis económicas en esa etapa vital entre los 25 y los 35 años que es cuando se sientan las bases de la estabilidad laboral y, por lo tanto, personal. Y, está claro, que un frente que tendrá que pelear para que los efectos de la nueva crisis se repartan de modo justo, es el sindical.

Bien es cierto que la estructura del mercado laboral ha mutado hacia empresas cada vez más pequeñas frente a conglomerados empresariales cada vez más grandes. El lema “divide y vencerás” ha adquirido popularidad en el imaginario empresarial de las altas esferas.

Quizá la clave del éxito futuro de los sindicatos sea aprender a navegar en dos mares bien distintos: seguir siendo un referente de lucha y protección en las empresas con capacidad de tener un comité para, al mismo tiempo, ser un apoyo para esa realidad que es la de los autónomos y las micro PYMES.

Recordemos las victorias pasadas y presentes. Aprovechemos este 1º de mayo para visualizar todas las conquistas sociales que se han logrado gracias a la acción sindical en los tajos. Centrémonos en seguir organizando a la clase trabajadora para resistir, unida, estos tiempos tan jodidos. Hagamos pedagogía de la realidad sindical para fortalecer unos sindicatos del siglo XXI.


Blanca Enfedaque Losantos

Responsable de comunicación de IU Aragón

Artículo publicado el 30 de abril en Arainfo