Artículo de Alberto Cubero publicado el 11 de febrero de 2021 en Arainfo.

Pablo Hasél irá a prisión lo que nos recuerda, para quienes hayan podido olvidarlo, que encarcelando cantantes España está a la altura de Marruecos o Turquía en lo referente a libertad de expresión. Aunque es una incómoda verdad, es difícil olvidarla, porque cada poco tiempo se nos recuerda. Los titiriteros, el secuestro de la portada del Jueves, la procesión del coño insumiso, Valtònyc, Cassandra, César Strawberry, Willy Toledo o La Insurgencia. Cada cierto tiempo hay una “condena ejemplarizante” para que no perdamos el miedo y nos mantengamos dentro del rebaño.

Hoy le toca a Pablo Hasél y a los demás nos toca solidarizarnos con él, aunque no compartamos todo lo que dice, pues la solidaridad es el apoyo a quien sufre una injusticia, aunque no piense como tú. La izquierda no podemos escudarnos en algunas salidas de tono de Hásel, para no reconocer la cruda verdad que su caso pone, una vez más, encima de la mesa: España no tiene plena normalidad democrática, es un régimen sin las mínimas garantías de libertad de expresión.

Este caso, como casi todos, vuelve a demostrar las diferencias en el gobierno de España. Cuando el PSOE se entera que UP presenta una proposición de ley para defender la libertad de expresión, dicen que ya ellos desde sus ministerios lo van a hacer. Que el PSOE diga ahora que está preocupado por esto, pues como que no es creíble, más aún cuando al día siguiente promueve la sanción de dos trabajadores de TVE por un rotulo que no ha debido gustar a la monarquía. Además, que avanzar hacia la libertad de expresión y normalidad democrática con un cómplice de torturas como Grande Marlaska de Ministro del Interior se ve como que un poco oscuro, casi tan oscuro como la cara de Unai Romano cuando Marlaska le tomó declaración.

Unidas Podemos quiere cambiar la ley para eliminar todos los artículos del código penal sobre los que se han apoyado para este recorte de libertades, aunque viendo como ha empezado esta historia, seguramente el PSOE vuelva a apoyarse en la derecha para bloquearlo en el Congreso. Cambiar la ley sería un gran paso, pero el problema no es solo la ley.

El problema es que la ley no es igual para todos, porque con las mismas leyes se encarcela a Hasél, pero los militares que amenazan con fusilar a 23 millones de españoles siguen libres. No hay pruebas de quien es “M. Rajoy”, pero se condena a 6 años de cárcel a los antifascistas zaragozanos sin una sola prueba.

La misma ley se aplica con mano de hierro cuando los ofendidos son monarcas corruptos, ministros fascistas como Carrero Blanco en el caso de Cassandra, o el mismísimo Dios en la procesión del coño insumiso. Pero cuando se amenaza a personas de izquierdas, inmigrantes u homosexuales, la misma ley no vale para nada.

El problema es más hondo y es que los jueces, las comisarías y muchos rincones del aparato del Estado no hicieron la transición. No hay separación de poderes y Enrique López juez de la Audiencia Nacional que condena a Valtònyc, hace a su vez de intermediario entre el PP y Bárcenas.

Todo esto comienza cuando el Tribunal de Orden Público (TOP) que reprimía a los antifranquistas, de un día para otro cambió su nombre por Audiencia Nacional y voilá! …ya era un tribunal democrático y 10 de sus 16 jueces, pasaron a ser jueces de la Audiencia Nacional o del Tribunal Supremo porque eran demócratas de toda la vida. No ha habido una ruptura democrática con nuestro oscuro pasado, no, no vivimos en una normalidad democrática. Y esto no se soluciona con simples proposiciones de ley, solo se solucionará con un proceso constituyente de ruptura con el régimen.

Porque cuando hablamos de ruptura con el régimen no solo nos referimos a un cambio del modelo de estado y a una higienización de sus estructuras. Es también una ruptura hegemónica, la construcción de una nueva sociedad en base a principios y valores de igualdad, solidaridad y justicia. No olvidemos que a los trabajadores de TVE se les sanciona al instante por el sometimiento ideológico, por la concepción de súbditos, por una simple llamada amenazante de Zarzuela que no necesita de un entramado jurídico injusto.

Casos como el de Hasél o el de los rótulos de TVE, nos ponen ante la incómoda realidad de la verdadera naturaleza del régimen. Lo verbalizamos y desde las tribunas del poder y nuestro propio socio de gobierno, nos espetan que no podemos gobernar y decir la verdad. Claro que se puede, es más se debe. Esa no es nuestra contradicción.

La pregunta que debemos hacernos, ahora que con los últimos casos tenemos reciente la verdadera naturaleza del régimen y antes de que la próxima propaganda gubernamental desmesurada nos pueda hacerlo olvidar, es si nuestra táctica concreta está englobada en un plan de ruptura o si simplemente, decimos la verdad (que no es poco) pero sin intentar organizarla. Y organizarla no quiere decir solo que la próxima vez nos voten más y tengamos una correlación parlamentaria más favorable, organizarla es construir poder popular consciente sobre las contradicciones concretas.