Artículo de Blanca Enfedaque publicado el 4 de junio de 2021 en El Periódico de Aragón.

Sin nieve –sin estaciones de esquí– no es posible la supervivencia del género humano en el Pirineo». Las palabras del presidente Javier Lambán no fueron fruto de la ignorancia o de un desliz. Se trata de una visión extractivista de la existencia del propio ser humano.

La identidad, esa manera en la que nos narramos a nosotras mismas, en el caso de Lambán está clara. Para el líder del PSOE aragonés la vida humana solo tiene sentido si hay un macroproyecto detrás. Todo lo demás es yermo. Macromataderos o Motorland, infinitos campos de eólicas o fotovoltaicas, da igual. Lo importante es que el engranaje no pare.

Durante los últimos lustros los sucesivos gobiernos de Aragón no se han querido quitar la venda de los ojos. Pero cuando despertaron el cambio climático seguía allí, como en el microcuento de Monterrosso. Mientras se enladrillaba el entorno de las estaciones de esquí, mientras se construían infraestructuras hipertrofiadas en nuestros valles, la bola de nieve no se iba haciendo más grande. Muy al contrario, se derretía. Y más que se derretirá. Está claro que una cosa es el deseo y otra la realidad. La realidad de un cambio climático que avanza de modo exponencial y al que, si bien puede ser que el ser humano consiga adaptarse, sufrirá hasta conseguirlo.

Pero mirar hacia otro lado y seguir con viejas recetas es lo contrario a adaptarse.

Y eso no significa que no haya que buscar alternativas económicas ni dejar de lado a las personas que viven en y del Pirineo. Está claro, diversificar es un trabajo minucioso, de mucho más esfuerzo continuo. Pero para el equilibrio del sistema es vital: apostar por turismo sostenible, por pequeña industria agroalimentaria, por ganadería extensiva, por un internet que revierta el éxodo y que permita el teletrabajo desde el territorio, por tejido cultural local, por movilidad sostenible…

La humanidad situó a los dioses en el centro durante muchos siglos, dando paso a una visión del mundo con el ser humano en el centro. El Renacimiento y posteriormente la Ilustración confiaron en el progreso permanente a partir de la razón. Seguimos en esa cosmovisión en la que parece que somos omnipotentes. Pero vivimos en un mundo finito, cuyos límites queremos exprimir hasta cuando juegan en nuestra contra. Hay quienes auguran que entramos en una era de poshumanismo. Se vislumbra un mundo en el que nuestras carencias serán paliadas por el desarrollo tecnológico, por la inteligencia artificial… ojalá demos paso a un poshumanismo que entienda que no se puede seguir desarrollando mediante la depredación permanente. about:blank

Poner a las personas en el centro no significa situarlas en la cúspide de una cadena trófica, sino entenderlas en un sistema interrelacionado en el que el destino de todos está ligado. Significa que debemos ayudar a los autónomos y trabajadoras de la nieve a reconvertirse, a adaptarse, y dejar de tapar agujeros en las cuentas de Aramón.

La sostenibilidad, que brilla por su ausencia en las cuentas del consorcio de la nieve en Aragón en el plano económico, también lo hace en el plano medioambiental y social.

El problema es que durante demasiado tiempo se ha invertido en este único monocultivo. La receta mágica del bálsamo de Fierabrás. Los mismos que pusieron en marcha toda la maquinaria de Aramón de la mano de Ibercaja ahora no van a reconocer que lo hicieron sobre una hipótesis con fecha de caducidad: que el Pirineo iba a tener nieves perennes.

Movimientos como la Alianza por la Emergencia Climática de Aragón o la Plataforma en Defensa de las Montañas nos tratan de advertir de que hay que intentar corregir esa naturaleza depredadora del ser humano.

Es la primera vez que las cumbres del Pirineo se deshielan completamente por estas fechas. Prestemos atención a las señales.

Démosle la vuelta a la frase del señor Lambán, a su lógica perversa, como si fuera un calcetín:

En lugar de «sin nieve (sin estaciones de esquí) no es posible la supervivencia del género humano en el Pirineo», seamos conscientes de que «sin el Pirineo (sano) no es posible la supervivencia del género humano».