Artículo de Alberto Cubero publicado el 09/01/2021 en Arainfo.

Mientras veíamos el asalto al Capitolio de EEUU, las eléctricas nos han dado en España el golpe de estado de todos los inviernos subiendo la luz un 20% en plena ola de frío. Como en una peli americana en el asalto al Capitolio ganan los buenos, Biden será presidente, pero te queda siempre la duda de si los buenos son realmente tan buenos como cuentan en la peli. Sin embargo, en lo de la factura de la luz siempre ganan los malos y no poco, unos 16 millones de euros diarios entre las tres grandes corporaciones eléctricas Iberdrola, Naturgy y Endesa.

Acusamos y con razón, a Trump y la ultraderecha de violentar y crispar la vida política, pero ¿hay algo más violento y cruel que matar a alguien de frío para enriquecerte? Este golpe de estado de las eléctricas también va a provocar unos cuantos muertos, aquí en España, no en EEUU, alguno puede ser hasta tu propio vecino. Porque como decía Bertolt Brecht hay muchas maneras de matar, una es que te peguen un tiro en el asalto al capitolio, otra que te dejen morir de frío por no poder pagar la factura de la luz.

No televisarán cuando al anciano sin recursos se le paren las constantes vitales agarrado a su manta en el sofá, pero no serán solo cuatro como en el Capitolio, se calculan en torno a 7.000 muertos al año a causa de la pobreza energética en España. Aquí ganan los malos y mueren muchos inocentes. Solo en la Cañada Real, unas 4.000 personas llevan tres meses sin luz, entre ellas casi 2.000 niños y en plena ola de frío. Aquel poema de Brecht terminaba con una verdad incómoda, que sigue siendo muy actual: hay muchas formas de matar, solo algunas están prohibidas en nuestro Estado.

De manera legal, pero la vida de la mayoría social es constantemente violentada y crispada por el poder económico subiendo la luz, mandándolos a las colas de los bancos de alimentos, al paro o desahuciándola, pero pareciera que aquella violencia inherente al sistema, donde no cabe culpar directamente a la ultraderecha la diéramos por asumida, como inevitable. Hoy ya no hay las mismas palabras gruesas que se dedicaban a Trump y sus seguidores, para las compañías eléctricas y sus consejos de administración llenos de exministros del PP y el PSOE. Pero, aunque lo disimule, el origen de la violencia es el capitalismo. La crispación y la polarización la crea su dinámica de exclusión y explotación, el fascismo tan solo es una consecuencia, esa fase en la que el capitalismo no puede disimular su verdadera naturaleza si quiere pervivir como sistema.

Por ello es peligroso banalizar la ultraderecha haciendo memes y mofas de los asaltantes del capitolio, pero también utilizando el asalto al Capitolio para justificar nuestras posiciones en la política española, porque se banaliza también a la ultraderecha cuando la usamos como espantajo para ocultar nuestras contradicciones. Crece la ultraderecha cuando PP y Cs la normalizan en las instituciones, pero también sobre la orfandad de la clase trabajadora y las expectativas frustradas de la izquierda, lo que la normaliza entre la mayoría social. Eso sí que es el verdadero peligro, no los cayetanos del barrio de Salamanca.

Cuando colocamos en el centro de nuestros ataques más vehementes solo a la extrema derecha y dejamos para una crítica más contextualizada los problemas que está generando el capitalismo, desde la pobreza energética hasta el paro y la precariedad, estamos alimentando los motivos que llevan a mucha gente a contemplar el mensaje directo y simplista de la extrema derecha por muy falaz que sea, como una alternativa a la miseria y explotación que el sistema les depara. No vale con cordones sanitarios institucionales, no funcionan, podrán justificar otras intenciones reales, pero no funcionan en el terreno. Porque cuando no tienes para comer o te mueres literalmente de frío, tu contradicción no es precisamente democracia vs ultraderecha como plantea parte de la izquierda en este momento político. Decimos que para ser demócrata hay que ser antifascista y es verdad. Pero el golpe de estado de las eléctricas nos recuerda que para ser demócrata hay que ser también anticapitalista, que de nada vale una democracia que deja morir de frío a la gente.

Vivimos en un modelo donde un bien esencial para la vida como la luz y el gas, está en manos de grandes empresas que llegan a provocar la muerte de 7.000 personas al año en nuestro país por enriquecerse más aún de los 16 millones diarios que ganan. Esto que se dice pronto, no lo normalicemos jamás. Confrontar la dureza de esta realidad exige al menos, la misma dureza discursiva por nuestra parte. Porque no hay factor por limitante que padezcamos la izquierda española, que nos impida decir la verdad con toda su crudeza. Y la verdad es que una fake news de la ultraderecha, no daña la vida política más que Felipe González, Aznar y muchos de sus exministros, cobrando cientos de miles de euros de estas compañías energéticas después de privatizarlas sus gobiernos. Toca continuar siendo tan duro como siempre, decir que otra vez el PSOE se niega a cumplir el acuerdo de gobierno donde el punto 3.2. le obligaba a acometer una profunda reforma del mercado eléctrico que evitara situaciones como estas. Los incumplimientos comienzan a ser asfixiantes: el SMI, la reforma fiscal progresiva, la derogación de la reforma laboral, la de ley mordaza…y ahora esto.

Pero no olvidemos que la nacionalización del sector energético es la única solución que podría evitar la muerte de miles de personas al año en España. No es ninguna locura socialcomunista, es defender la soberanía nacional y proteger la vida de tus ciudadanos. Tanto es así que Austria, Francia, Italia, Suecia, Holanda o Suiza tienen empresas energéticas al menos con participación pública y España, hasta hace 4 días las teníamos y no estábamos en el Pacto de Varsovia.

Mientras no seamos igual de duros con los problemas materiales de la clase trabajadora que con la amenaza de la extrema derecha, esta última seguirá creciendo. Porque la única manera de acabar con ella es secando su caldo de cultivo por ocupación. Y este invierno van a tener un gran caldo de cultivo en los hogares sin luz y en las colas del paro y del hambre. Una miseria que llena de rabia y frustración a millones de hogares que sufren la cotidiana violencia del sistema diariamente. Unos hogares a los que no vamos a llegar con acérrimas defensas del mismo orden democrático que los condena a la miseria. Ellos no se ven amenazados por la extrema derecha, sino por la factura de la luz, el paro y el hambre. Conviene no olvidarlo.