Artículo de Elena Tomas, publicado el 17 de febrero de 2023 en Arainfo

Ya lo dijo Simone de Beauvoir allá por los años 50: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.

En el caso que nos ocupa, no ha hecho falta una crisis política o económica, sino unas elecciones (o varias) que han abierto las puertas de las instituciones y de los medios de comunicación a la ultraderecha de este país.

Todas sabemos quiénes son. Señores que llevan paseando por las calles de nuestros pueblos y ciudades muchos años, con un discurso repugnante que descansa en tres pilares: el anticatalanismo, el rechazo a la migración y el antifeminismo.

Y en esto último me quiero centrar hoy. En el antifeminismo enfermizo y militante de VOX, centrado en la defensa de los valores tradicionalistas ligados a la familia, que permiten a las mujeres estar en cargos y tener éxito profesional, pero que al mismo tiempo siguen siendo ultraconservadores en lo que se refiere a su libertad y su derecho a decidir qué hacer con su vida y su cuerpo.

Si no teníamos suficiente con la pugna diaria contra el patriarcado capitalista -hay que recordar que nos están matando, somos más pobres, nuestros trabajos más precarios y las tareas de cuidados siguen dependiendo principalmente de nosotras-, una vez más nos vemos obligadas a defender derechos que ya teníamos conquistados, o eso creíamos. Porque obligar a alguien a continuar con un embarazo, por el motivo que sea, es una violación de un derecho fundamental y atenta contra la propia vida, la salud, la intimidad y la autonomía.

Finalmente, y después de que el tribunal de garantías llevase a pleno durante doce años y medio el recurso que interpuso el PP a la Ley del Aborto, el Tribunal Constitucional ha decidido echarlo abajo y avalar esta Ley. El PP pretendía dilapidar artículos clave, como poder abortar en las primeras 14 semanas sin requisito alguno ni tener que presentar expedientes médicos o psicológicos. Deseaba manipular la información que se ofrece a las mujeres que quieren interrumpir un embarazo y atosigarlas (seguramente para que pasase el tiempo y que luego ya no pudieran abortar). Querían hacer obligatorio el permiso “paternal” en mujeres entre 16 y 18 años.

Abortar, con libre determinación y con garantías de que no vamos a estar sometidas a un interrogatorio ni un “calvario moral”, es nuestro derecho constitucional y la derecha ha intentado por todos sus medios (judicial, legislativo, propagandístico…) postergarlo y pararlo, pero no lo ha conseguido. Ni la derecha ni la ultraderecha pueden procrastinar nuestros derechos.

En el fondo de este discurso hay algo que me enerva, el mensaje de que somos seres inferiores necesitados de instrucción, amparo y protección, necesitadas  de un guía que nos diga qué hacer con nuestras vidas, como si no tomáramos de forma consciente y convencida la decisión de abortar.

Nada más lejos de la realidad. Las mujeres no necesitamos supervisión ni permiso, las mujeres sabemos lo que hacemos y no vamos a dejar que nos vuelvan a golpear con la culpa, una culpa creada para controlarnos. Porque lo que en realidad quieren es que sigamos teniendo hijos para sostener un sistema que nos ignora, si decides seguir adelante con la maternidad eso no necesita reflexión, porque ellos y su responsabilidad están fuera de la foto y porque les preocupa más el no nacido que la precariedad de los que ya están viviendo.