Cuatro mujeres asesinadas en nuestro país por
la violencia machista, una sangre inocente derramada que en pleno siglo XXI la
extrema derecha se empeña en negar y en devolver al ámbito de lo “doméstico”.
Al otro lado del Atlántico, esta misma semana, el joven agrónomo Benjamín
Rodríguez plantaba huertos comunitarios en Xalapa (México) para ganarle espacio
a los narcos y los narcos lo mataron de un tiro. Del mismo modo, la sangría de
líderes sociales de Colombia o el humo de los incendios de Indonesia se cuelan
en nuestra vida, lo queramos o no, nos afecta.
A lo largo y ancho del planeta hay defensores de la vida que están perdiendo la
suya literalmente por tratar de frenar la degradación ecológica y social de
nuestro entorno. Cada asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, cada
muerte de una persona por defender la naturaleza nos interpela, directamente,
como seres humanos.
Tal y como teoriza Ángela Davis, vivimos bajo sistemas de dominación de raza, género y clase. El capitalismo es ese sistema depredador de recursos naturales, pero también es ese sistema machista que oprime a las mujeres y a la clase trabajadora.
Este viernes convergen dos movilizaciones en
Aragón que son cruciales para nuestro presente y nuestro futuro. La Noche
Violeta, organizada por las Coordinadoras de Organizaciones Feministas de
Huesca y Teruel, así como el inicio de la semana de movilizaciones por la
Emergencia Climática con las 24 horas por el clima, impulsado por la Alianza
por la Emergencia Climática de Aragón.
Del mismo modo que el cambio climático ya no es sólo problema de los osos
polares, sino que es un problema de salud global que
ya sufren incluso los fetos en el vientre materno, el machismo no es solamente algo que les pasa a mujeres
desconocidas que aparecen en las noticias por ser asesinadas a manos de sus
parejas. El machismo está en nuestras casas, en los bares, en los centros de
trabajo… y es una atmósfera tóxica que constantemente pone trabas en la vida de
las mujeres, y también en la de muchos hombres. Os invito a tratar de ser
conscientes de los privilegios cotidianos e injustificados que nos otorga el
machismo y ponerles freno. Callar esas bocazas que sueltan “machiruladas”
cotidianamente, pero también situar en los debates públicos e institucionales
es una necesidad urgente que, gracias al movimiento feminista, está cambiando.
A la Emergencia Feminista se suma la Emergencia Climática gracias a movimientos
que son globales gracias a todas las Gretas, Bertas, y millones de personas
anónimas que luchan a diario por un mundo con justicia social y climática.
Desde una perspectiva anticapitalista, esta semana, nuestra eurodiputada Sira Rego denunciaba la vinculación directa entre tratados económicos como el de MERCOSUR con los incendios que Bolsonaro no ha querido controlar en Brasil. O mismamente, sin salir de Aragón, la Plataforma en Defensa de las Montañas ha señalado las irregularidades en las obras de ampliación de Cerler. Debemos favorecer el desarrollo de los territorios, pero a través de una economía sostenible, que no sea pan para hoy y hambre para mañana.
Hay un elemento fundamental que es transversal a la degradación ecológica y al machismo: el capitalismo. Son las grandes corporaciones, no sólo los grandes gobiernos, los que son copartícipes de la precariedad vital en la que viven millones de seres humanos y de la depredación de los ecosistemas del planeta. La crítica de clase al sistema económico está presente en todas estas protestas, así como el foco, no sólo en las acciones individuales, que no hay que dejarlas de lado, pero hay que ser conscientes que el verdadero impacto está en la acción colectiva. Son emergencias vitales, debemos poner en marcha acciones políticas contundentes contra dos de las grandes amenazas para el futuro de nuestra especie: el capitalismo depredador y el machismo.
Álvaro Sanz
Coordinador de IU Aragón