Artículo de Alberto Cubero publicado el 3 de enero de 2022 en Arainfo

Ha vuelto a ocurrir con la reforma laboral, otra vez ante una propuesta concreta la mayoría de la izquierda se ha dividido a favor y en contra, en fans y haters, en triunfalismo o pesimismo. Esto no solo ocurre con la reforma laboral, cada debate gran parte de la izquierda lo afronta de manera maniquea desde hace unos años. Esto es propio del espectáculo en que se ha convertido la política de un tiempo a esta parte, con más beefs en Twitter que debates en asambleas.

Un espectáculo donde se prioriza el titular que pueda viralizarse frente al análisis y el espíritu crítico. Donde no hay necesidad de síntesis solo se puede admirar o criticar, incapaces de reconocer la parte de verdad en el otro, que la reforma es un avance con respecto a la reforma laboral del PP de 2012, pero un retroceso respecto al acuerdo de hace dos años que comprometía a la derogación completa de esa reforma del PP.

El gobierno no son unos traidores por pactar con la CEOE, todo lo acordado son avances para la clase trabajadora y hacerlo con la patronal anula en parte los ataques de la derecha y es algo que genera contradicciones en su campo, pero esas contradicciones no son la prueba de que sea un buen acuerdo para nosotras. Como todos los acuerdos genera contradicciones en ambos lados, los socios de izquierdas de la investidura, los sindicatos nacionalistas o la CGT y USO tampoco ven con buenos ojos el acuerdo. Y no, eso no convierte el acuerdo en bueno para la derecha ni a estos compañeros en izquierdistas que hacen el juego a la derecha.

Si no logramos salir de este círculo vicioso que se retroalimenta, no podremos darle una explicación a cada acontecimiento y mucho menos trazar un plan para encaminar los siguientes hacia nuestros intereses.

No es lo mismo un acuerdo de gobierno que un decreto ley, pero si hace dos años logramos un acuerdo que decía derogar la reforma laboral del PP era porque veníamos de un largo proceso de acumulación de fuerzas, que comenzó en el ciclo de movilización de comienzos de la década pasada y se materializó en una expresión política institucional hace dos años.

Si hoy no hemos podido hacer cumplir ese acuerdo de derogar la reforma del PP es porque nuestra correlación de fuerzas es más desfavorable, vivimos de las rentas y en la previa de este acuerdo no ha habido movilizaciones sociales como hace 10 años, pero además la CEOE ha movido ficha para que la hagan imprescindible. La clave es decir siempre toda la verdad por muy dura que sea y tratar de ser pedagógico.

¿Por qué era necesario que el acuerdo contara con la CEOE? Nadie niega las posibles ventajas de cerrar espacios a la derecha pero, ¿compensa como para llegar a incumplir el acuerdo de gobierno de la derogación completa? Y sobre todo, ¿hemos tomado esa decisión de coste-oportunidad de manera autónoma, o ha sido la UE la que nos ha condicionado a que contara con el beneplácito de la CEOE cualquier reforma del mercado laboral si queríamos recibir los fondos europeos?

Una Comisión Europea que ha reconocido que en esta reforma ha “alentado al Gobierno español en sus esfuerzos por lograr un acuerdo con los interlocutores sociales”, pero nada le importa que no haya acuerdo con los sindicatos en otras medidas impopulares que se están tomando en países europeos o en las reformas laborales del PP y PSOE de hace una década, es más, las impuso ella.

Por lo que son lógicas las sospechas de que ese “aliento” de la UE, haya sido una intervención blanda sobre nuestra soberanía sabedores que el beneplácito de la CEOE era lo mismo que impedir la derogación y por tanto el cumplimiento del acuerdo de gobierno. Verdad incómoda la de la pérdida de soberanía de nuestro país al marco de la UE sobre la que deberíamos arrojar luz.

Es fundamental que seamos sinceros, porque comienza la nueva fase del trámite parlamentario y ante posibles enmiendas de nuestros socios de investidura tendentes a recuperar más derechos y acercarnos a cumplir el acuerdo de gobierno, sería difícil entender que preferimos derogar solo una parte de la reforma laboral del PP a derogarla completamente, que preferimos el acuerdo con CEOE a con el resto de grupos de la izquierda política socios de investidura. No valdrá como explicación la importancia del diálogo y los acuerdos, pues tan acuerdo es el de gobierno de coalición como el de los agentes sociales.

Más difícil explicación tendrá el posible escenario de sacar adelante una reforma laboral que no deroga por completo la del PP de 2012 sin la izquierda parlamentaria, pero con el apoyo de C’s o la abstención del PP.

Es cierto que esto sería un nuevo bandazo, otro más, y es que la coherencia es otra de las paganas en la política espectáculo. Con la reforma laboral, primero dijimos que había que derogarla íntegramente, aunque fuese sin la patronal, e hicimos de ello nuestra bandera. Ahora, que hemos aceptado una derogación parcial que está lejos de lo que pedíamos, decimos que hemos logrado un avance “histórico” y lógicamente ponemos en valor el pacto con los agentes sociales.

Pero tan importante es ser consciente de la correlación de fuerzas cuando se alcanzan acuerdos, como tener siempre un plan para variar a tu favor esa correlación de fuerzas para que los próximos acuerdos sean más favorables. Si solo eres un termómetro que se ajusta correctamente a la correlación de fuerzas acabarás absorbido por la posición de fuerza de los de enfrente.

Y no, cambiar la correlación de fuerzas no es solo tener más diputados o en lugar del Ministerio de Trabajo la Presidencia del Gobierno. Si al final al UE nos mantiene intervenidos de esta manera tan sutil entregando capacidad de veto a la patronal de nada vale solo el poder institucional.

Cambiar esa correlación de fuerzas implica salir de la política espectáculo, hacer análisis no dicotómicos y sobre todo intervenir. Una intervención para la que poco sirven las soflamas de unos y el cortoplacismo de otros, que solo miden y no aspiran a cambiar las correlaciones de fuerzas reales.