Desde IU Borja hemos venido insistiendo desde hace meses en el descuido y abandono al que se ha visto sometido el patrimonio artístico y arquitectónico de nuestra ciudad a lo largo de los sucesivos gobiernos municipales, siendo especialmente flagrante la situación del Casco Histórico. Pero la situación no mejora en lo que respecta al patrimonio natural de Borja. En este caso, la situación especialmente flagrante se da en el caso del Santuario de la Misericordia. Y no sólo en el tema de la conservación de la masa arbórea, o de la supervisión de lo que se replanta para que no se eche a perder, sino en la gestión de los problemas o arreglos que puedan surgir en su más auténtico día a día. Todo ello a pesar de las continuas quejas de su Asociación de Vecinos, pocas veces respondidas.

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No obstante, nuestra tierra no se encuentra únicamente afectada por la desidia. Desde hace tiempo venimos oponiéndonos a un peligro externo que amenaza con contaminarla en sus mismas entrañas: el ‘fracking’, técnica de extracción de gas a través de pozos verticales y horizontales de gran profundidad, por los que se introducen agua a presión junto con distintos productos químicos. Sin duda, vamos a seguir oponiéndonos de forma frontal y activa, vamos a seguir elevando la voz de esta lucha, en este caso uniéndola al altavoz de las instituciones. Una lucha que se opone a que los intereses de las grandes empresas energéticas primen, como viene siendo costumbre, sobre los de la tierra de la que dependemos y los de quienes viven de ella. Por ello luchamos y vamos a seguir haciéndolo.
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Por la defensa y revalorización de nuestro entorno y de nuestro patrimonio natural.

Por la promoción de un arraigo rural digno como alternativa de futuro.

Por la habilitación canales de participación, deliberación y decisión sobre las estrategias en lo que concierne a la agricultura, la ganadería y el medio ambiente.

Por la defensa de la soberanía alimentaria desde nuestro municipio y la revalorización en lo agrícola de los criterios sociales, ambientales y de proximidad.

Por, en definitiva, poder seguir viviendo en y de nuestra tierra.