Artículo de Alberto Cubero publicado en Arainfo el 20 de noviembre de 2020

No es menor la batalla que se está dando en torno a la mayoría parlamentaria que apruebe los Presupuestos Generales del Estado. De ella depende que la crisis de régimen se cierre de manera reformista o que todavía queden posibilidades para trabajar por la ruptura.

Esta batalla no es nueva. Lleva librándose desde hace 5 años y consiste en cómo se resuelve la crisis de gobernabilidad de España, característica central de la actual etapa de la crisis de régimen. Una crisis de régimen abierta por la crisis económica de 2008 y que, en un primer momento, tuvo como contradicción fundamental una crisis de legitimidad cuya máxima expresión fue la movilización del 15M. Una crisis que ha pasado por diferentes etapas hasta la actual crisis de gobernabilidad generada por la ruptura del bipartidismo, mecanismo por el cual durante 40 años el régimen del 78 se ha garantizado la estabilidad política. Un bipartidismo que ofrecía dos versiones, ninguna de las cuales cuestionaba ni uno sólo de los pilares del régimen del 78:  la inserción de España en la UE y la OTAN, la economía de mercado, la paz social y la monarquía, como cúpula y síntesis del régimen a la par que garante de la unidad territorial.

Sin embargo, el bipartidismo se rompe cuando el malestar acumulado en la fase de crisis de legitimidad cuaja en una variedad de opciones políticas que impide la tranquila alternancia entre el PP y PSOE. Más aún cuando la crisis territorial hace a los nacionalistas catalanes inasumibles al cuestionar uno de esos pilares incuestionables del régimen del 78: la unidad de España. Es ahí cuando el régimen aúpa a Ciudadanos como una suerte de PAR español, con el propósito de que actúe de partido bisagra y ofrezca una mayoría parlamentaria a PSOE o PP, garantizando así la gobernabilidad al margen de Unidas Podemos.

Sin embargo, la “operación Ciudadanos” no funcionó como se esperaba debido a una aritmética parlamentaria que le impidió sumar suficiente con PP o PSOE y a que como en todas las crisis, hay cierto descontrol de la política y dirigentes de Cs se crecieron, queriendo disputar la hegemonía de la derecha y no conformándose con el papel bisagra para el que fueron creados. Esto provocó diversos terremotos políticos, con repeticiones electorales y golpes de estado en Ferráz incluidos, de manera que se llega a 2020 con la crisis de gobernabilidad sin resolver. La negociación de los Presupuestos ha vuelto a evidenciar esta contradicción.

Cs se crea para blindar al régimen por lo que su participación en cualquier aritmética que diera una mayoría parlamentaria impediría cuestionar cualquiera de los pilares del régimen. Como ya sucediera en 2016, Ciudadanos se transforma en un salvavidas que es lanzado al PSOE para que se agarre bien fuerte a él, evitando que forme mayoría con UP, ERC y EH-Bildu.

En el momento actual, alcanzar una gobernabilidad que incluya a Cs sería afianzar su papel de bisagra, consolidando una salida reformista a la crisis del régimen. Y, lo que sería menos comprensible, con UP formando parte de la misma. Por el contrario, mantener la mayoría de la moción de censura y de la investidura no garantiza una salida rupturista a la crisis del régimen, pero al menos deja abierta la posibilidad de que se pueda dar. Y es que esta mayoría “progresista” al menos concede cierto margen a la izquierda transformadora, para plantear propuestas en defensa de la clase trabajadora sin que el PSOE pueda fácilmente desecharlas, con la excusa de Ciudadanos no lo apoyaría y sus votos son necesarios para sostener el Gobierno y los Presupuestos.

Por ello, no es menor la batalla de qué mayoría se va a configurar para aprobar los PGE, que también se replica en menor medida y condicionada por esta, en cada parlamento autonómico. La prueba es que, parafraseando el comienzo del Manifiesto Comunista, todas las potencias del viejo régimen se han unido en Santa Alianza: Felipe González y Nadia Calviño, Casado y Arrimadas, Alfonso Guerra y la CEOE. Ha vuelto hasta el fantasma de ETA, el catalán y la escuela concertada. Y que no nos quepa duda de que a Moncloa volverán a llamar, si no han llamado ya, aquellos que Pedro Sánchez en la entrevista de Évole en La Sexta reconoció que le habían presionado para impedir un gobierno con UP y los nacionalistas de izquierdas.

No les preocupan estos PGE. Aunque son expansivos y subirá notablemente el gasto público, la reforma fiscal es más que tímida para la situación de emergencia que vive el país, la reindustrialización se ha quedado en políticas activas de empleo y no habrá cambio de modelo productivo, los fondos europeos se gestionarán desde la colaboración público-privada y lo destinado al escudo social no abarcará todo el drama que abre esta crisis económica. Todo en orden, tanto es así que la Comisión Europea ya ha dado el visto bueno a los PGE.

Lo que les preocupa es que la gobernabilidad que aupó a Pedro Sánchez se consolide tras los primeros PGE y pueda durar 4 años. Un escenario que no garantiza, pero permite trabajar en el horizonte de ruptura. Para ello hace falta un plan que permita generar contradicciones al PSOE, como la enmienda de UP-ERC-Bildu para suspender los desahucios. Es fundamental que desde el parlamento se apoye a las luchas sociales en un momento de auge de la conflictividad y de desigualdad social como consecuencia de la crisis, que a la par que acumulamos poder popular en la calle nos despojemos del mal entendido sentido de Estado, manteniendo perfil propio. Quien sabe, si se hace bien, tal vez en los próximos PGE no se tema desafiar a la UE. Italia lo hizo en 2019 y, por cierto, se cumplió el castizo refrán del miedo guarda la vid y al final fue la UE quien cedió.

Es verdad que la mayoría de la investidura hoy se mantiene más por coincidencia de intereses particulares que por un diseñado plan de ruptura. Bildu quiere jugar ese papel del PNV de partido vasco influyente en Madrid y consolidar un pacto Bildu-PSOE-UP para trasladarlo a Euskadi, donde serían mayoritarios y alcanzarían la lehendakaritza. ERC tiene elecciones catalanas y acaricia la presidencia de la Generalitat, algo que sabe no sería posible si finalmente forma parte de una mayoría que incluya a Ciudadanos. Todo eso es verdad, pero tenemos la obligación de sostener un cierto optimismo revolucionario que nos aliente a identificar las contradicciones y a tratar de explotarlas. Si hay una sola oportunidad de tumbar el sistema, tenemos que intentar aprovecharla.

Por eso temen tanto dejar solo al PSOE con Unidas Podemos, Bildu, ERC y el resto de la izquierda garantizando la gobernabilidad del país. Confían en el PSOE como partido de régimen, pero saben que está construido sobre la mentira de ser un partido de izquierdas y temen que una parte de su base social desee que se lleven a la práctica políticas reales de izquierdas. Pero, sobre todo, temen que la izquierda transformadora pueda llevar la iniciativa política, demostrando que sí se pueden hacer políticas en favor del pueblo y que, si no se hacen, es por falta de voluntad política. Por tanto, sin perder el realismo, no nos infravaloremos y esforcémonos por aprovechar las oportunidades que este escenario político nos pueda brindar, si finalmente se logra consolidar la mayoría de la investidura.