El 28 de mayo se abrían, a las 20.00h, las urnas con los resultados de las elecciones municipales y de 12 de las Comunidades Autónomas en España .Pero, pese a la previsible ola azul encabezada por el PP, nadie se esperaba que apenas medio día después Pedro Sánchez disolviese las Cortes y convocase elecciones generales en pleno verano. Una jugada que descolocó a todos los cuarteles de los partidos políticos, haciendo encender las alarmas tras una voladura muy controlada y en la que muchos factores jugaban a favor del Partido Socialista, en especial, de Pedro Sánchez.

Factores que afectan a todos los partidos políticos del espectro y que dejan a Sánchez con varias ventajas competitivas de cara a los comicios.

Si empezamos el análisis por su rival directo, podemos ver cómo afecta esta noticia al Partido Popular de Feijóo, el cual esperaba un paseo militar desde finales de mayo hasta diciembre, con una oposición contundente en el Congreso reclamando elecciones, apoyado por los notables resultados en las municipales y las autonómicas.


Pero aún con el champán en las copas, más de una se cayó al suelo en el mismo momento del anuncio de un adelanto muy estudiado de las elecciones. Con los cuadros agotados por una campaña muy intensa y sin dejar disfrutar de su momento, el titular “Pedro Sánchez convoca elecciones generales” supo desviar de manera magistral la atención de nuevo hacia el panorama nacional, donde se mide cuerpo a cuerpo con Feijóo. Un Feijóo que en estos momentos ve peligrar su cabeza si no logra la victoria frente a Sánchez, ya que Ayuso entra pisando fuerte en la Comunidad de Madrid, con una mayoría absoluta que la refrenda. Y es que, si éste no gana las elecciones, Díaz Ayuso reclamará el bastón de mando popular. Y no sólo eso, el presidente de Gobierno también atrapa a la mayoría del Partido Popular negociando pactos, los cuales, en muchos casos, pasan por las manos de Vox. Y es que, cualquier paso en falso de los populares será aprovechado por el PSOE para apelar al voto útil.

Pero este golpe de efecto no sólo es para el Partido Popular, sino que también lo es para el propio PSOE. Pedro Sánchez acaba de eludir la responsabilidad de unos malos resultados, evitando, además, unas primarias o congreso extraordinario. Ahora sólo él puede afrontar esta campaña. Se la juega a cara o cruz con el propio Partido Socialista y activa el reflujo de la derrota y la opción de revancha a sus propios militantes. “Estas no habremos ganado, pero tenemos una segunda oportunidad”. Ha mantenido la tensión en su propio partido sin dejar que los ánimos decaigan. Toda una potente maniobra de comunicación interna.

Y es aquí donde salta una de las grandes incógnitas… ¿Que hará la izquierda a la izquierda del PSOE tras unas elecciones en las que han estado enfrentadas? Sánchez les ha forzado a apretar el acelerador en torno a Yolanda Díaz. Parece que por el momento todos los partidos, desde Más País hasta Compromís, pasando por IU, están aceptando que es la “vía rápida”. Sólo queda saber qué hará Podemos con su último cartucho, si se comporta como un perro atrapado y muerde o acepta la mano que le ofrece algo de pan.

La izquierda del PSOE juega con la desventaja de tener un gran poder municipal, pero no así estatal, por lo que tiende a desfondarse en estas elecciones. La única manera de mantener una campaña larga es mediante la unión de sus militancias y el cumplimiento de un objetivo que está encima de la mesa, y es que unos buenos resultados deberían forjar una unión que llegase a las siguientes autonómicas y municipales, teniendo la posibilidad de testear de manera solvente esta opción en unas elecciones andaluzas o gallegas.

En esta dinámica de agotamiento entran también los partidos regionalistas, de estructuras pequeñas, ligados a los cuadros municipales y más preocupados en el reparto de los sillones de las diputaciones que en el Congreso. Sin embargo deben presentarse a estos comicios para evitar la pérdida de voz nacional. Aunque puede que tan sólo haya dos partidos que salgan reforzados en estas elecciones: el BNG y CC, con unos resultados muy potentes y saliendo a ganar en sus territorios. Ambos, por cierto, posibles aliados de Sánchez si la otra opción es la unión de PP y Vox.

Sin embargo, la gran baza de Sánchez son los resultados de Cataluña y el País Vasco. Dos territorios que reparten muchos diputados y que la mayoría se alinearían con el bloque progresista, ya que PNV, Bildu, En Comú Podem, Junts y ERC pueden sumar entre 35 y 39 diputados que pactarían antes con Sánchez que con Feijóo si éste junta en su ecuación a los de Abascal.

Pero la verdadera carta magistral la tiene en la movilización de las izquierdas. Si estas se activan por el reflujo y voto frente a las derechas, Sánchez puede ganar las elecciones. Pero, si por el contrario, deciden quedarse en casa, habrá gastado el último cartucho y, de paso, limitado el mandato europeo que le correspondía a España.

Sánchez, a diferencia de sus predecesores Rajoy y Zapatero, es un político que basa su campaña en la audacia y en golpes de efecto que pueden salir o muy bien o ser un salto al vacío sin red. ¿Agregará nuevo capítulo a su “Manual de Resistencia”? O, por el contrario, ¿se marchará el día 24 de julio? De suceder esto último, siempre podrá decir que deja el PSOE mejor que se lo encontró.

En general, estas elecciones se jugarán en un estrecho margen de escaños. Cada voto va a contar, y ambos bloques van a estar muy movilizados. Uno por el impulso de cola de las municipales y autonómicas y el otro por el intento de que PP y Vox no alcancen el gobierno nacional.

En fin, quedan más de cincuenta días cargados de política y de la posible aparición de nuevos actores, como es el caso de Macarena Olona, de la que no sabemos todavía qué papel jugarán en el futuro.

Y es que, dentro de poco averiguaremos si todo esto ha sido una locura o una genialidad.

Nicolás López Sancho, Politólogo.