Como en todos los inicios de año, se acumulan los buenos deseos y propósitos. Quien más y quien menos piensa en cambiar algún hábito, en dejar de hacer alguna cosa poco saludable o en iniciar una nueva etapa que le haga mejorar, o casi. Pues bien, estamos de enhorabuena: 2015 va a permitir que, efectivamente, cambiemos cosas, quitemos malos hábitos y hagamos cosas que nos favorezcan. Y es que 2015 es año de elecciones, no sabemos si solamente municipales y autonómicas, o también generales, según decida el Sr. Rajoy o, más bien, su equipo de asesores demoscópicos. Así nos va.

2015 llega después de muchos años de sufrimiento, de padecimiento extremo de una gran parte de la población que ha visto reducidos drásticamente sus derechos y abocada a una situación de pobreza inimaginable hace unos años. Pero ha habido otro cambio cualitativo a lo largo de estos años: atrás ha quedado la resignación, la asunción acrítica de lo que sucedía como algo imposible de revertir o de cambiar. Se ha generado una conciencia ciudadana, es verdad que aún no general, pero sí muy extendida, de que otra realidad es posible; y que será posible si se lucha por ella. Una lucha que nos concierne a todos y todas.

Redistribución de la riqueza, justicia social, educación y sanidad públicas, igualdad de género, memoria histórica… son valores que hoy casi todos y todas compartimos, defendemos y consideramos claves para la edificación de una sociedad tolerante y abierta. Son valores y principios en los que nos reconocemos (o nos queremos reconocer) y que deseamos garantizar para legar a nuestros descendientes un mundo mejor.

Pues bien, esos valores y principios han sido y son de lo que tradicionalmente ha venido llamándose izquierda; pero, no se preocupe, ser de izquierdas no es una enfermedad, no es nada malo, incluso se puede vivir con ello. ¿Cómo? Siendo coherente, actuando conforme a esos principios y no conformándose con los discursos que dicen que no hay otro mundo posible que sea diferente de este actual, que es tan injusto, tan insolidario, tan violento, tan desigual. Desde la izquierda no solo es posible sino indispensable hacer política para la mayoría social; es verdad que nuestras propuestas parten de un modo concreto de ver las cosas, de analizar los acontecimientos, de sentir la vida; pero es verdad también que son inclusivas, abiertas al diálogo y la elaboración colectiva, y que, sobre todo, buscan favorecer a la inmensa mayoría. Las propuestas desde la izquierda únicamente preocupan, y por eso se invierte tanto en su demonización y en que la ciudadanía no se sienta vinculadas a ellas, a quienes construyen un modelo social, político y económico basado en la explotación del prójimo, en el expolio medioambiental, en la depredación económica; en definitiva, a quienes detentan hoy día el poder para agrandar la brecha entre ricos y pobres, para consagrar la economía por encima del interés humano, para perpetuar la injusticia frente a la defensa de lo colectivo.

Construir una Alternativa desde la izquierda es una tarea difícil pero no, desde luego, imposible. Hay quienes en Huesca llevamos años intentándolo, con mayor o menor acierto, pero siempre desde la honestidad y la coherencia. Y somos conscientes de que con nuestras fuerzas, si no somos capaces de incrementarlas, no podremos disputarles el poder; por eso es indispensable que cualquier persona que sienta como propios los valores y principios que se han enumerado en este texto, o que comprenda que la sociedad somos todos y todas, que no se puede excluir a nadie, asuma su compromiso personal y se una a la aventura de construir, desde la izquierda, un mundo para todos los seres humanos.

Les esperamos con los brazos abiertos y las ideas claras.

  Luis Arduña Lapetra, Coordinador Comarcal IU Huesca