Vivo en Zaragoza. Sus calles pueden pasar de ser: esas en las que se te socarran los pelos de los brazos si las cruzas a mediodía en pleno mes de julio, a las que recorres en segundos en el mes de febrero si el cierzo decide ayudarte en el trayecto.

Las calles de mi ciudad, en general, me gustan. No todas, pero la mayoría sí. El otro día paseando por el barrio del Actur descubrí la calle Virginia Woolf. Es una calle pequeña, escondida, que rodea un bloque, sin tan apenas viandantes. Pensé lo bueno que sería vivir en una calle con ese nombre. Cada vez que me tocara rellenar un formulario de la administración, que me pidieran el carnet de identidad o al anotar la dirección postal para que me manden la revista a la que estoy suscrita, la gente leería ese nombre: Virginia Woolf. Y la mujer que escribió algo tan brillante como “no hay cerradura que puedas imponer a la libertad de mi mente”, me acompañaría todos los días hasta la puerta de casa. No vivo allí, pero me gusta pensar cómo sería.

No voy mucho por el barrio de San José pero pasear por la calle María Moliner también es una gozada. Es concurrida, es serpenteante, de barrio obrero de toda la vida. Con muchos portales, comercios, locales y vida. A veces, me siento en un banco debajo de un platanero e imagino a María preparándose las sesiones de las Misiones Pedagógicas de la República. A ratos, la visualizo escribiendo el Diccionario de uso español; su diccionario. Ese que escribió durante quince años. Y también escucho a Carmen Conde diciendo alto y claro que a María Moliner no se la admitió en la Real Academia Española por ser mujer, claro que sí, una mujer que se pone a hacer un diccionario y además uno que cuestionaba el de la RAE.

El barrio de las Delicias es un barrio populoso, y también hay una calle con un nombre especial. Bueno, está más bien en el barrio de Monsalud. Allí está la calle Amparo Poch. Viví en esa zona unos cuantos años. Es una calle extraña, tiene forma de letra T, es tranquila y tiene muchos árboles que te dan sombra cuando paseas. Está al lado del Parque Palomar. Los gorriones te acompañan de árbol en árbol todo el trayecto. Pasear por ella es acordarte de esa brillante mujer, activista antifascista, libertaria, escritora y divulgadora española. Imaginarla llena de decepción ante la negativa de su padre a que estudiara medicina. Pero también recordarla, con la ilusión en su rostro, cuando por fin lo hizo y se licenció con todo su expediente lleno de matrículas de honor. Fue la segunda mujer en licenciarse en la Facultad de Medicina de Zaragoza. La veo con la revista de Mujeres Libresentre sus manos, de la que fue cofundadora, en un intento de unir el pensamiento libertario con el feminismo.

Y así podría continuar un rato. No mucho. En Zaragoza hay unas 2.400 calles y sólo 249 de ellas llevan nombre de mujer. Así que solo un 10% del callejero por el que podemos pisar, quiénes transitamos por la ciudad del Cierzo y el Ebro, tiene presencia femenina (aunque ese porcentaje se reduce en más de un tercio si se descuentan las 27 dedicados a santas, las 32 de vírgenes, las 29 de monasterios y órdenes religiosas y otras tan genéricas como La Camisera, La Reina o Las Damas. (Declaraciones del Consejero de Economía y Cultura de Zaragoza el 25-07-2016 en rueda de prensa).

El Gobierno de Zaragoza ha anunciado esta semana que va a poner nombres de mujeres para nuevas calles en Zaragoza. Y yo me pongo como loca de contenta. Y leo de tirón con el corazón palpitando de alegría:

Berta Cáceres (activista ecologista asesinada recientemente), Enriqueta Castejón (farmacéutica), María Pilar Burges Aznar (pintora), Pierrette Gargallo de Anguera (benefactora que posibilitó el museo que lleva el nombre de su padre, Pablo Gargallo), Concepción Contel Barea (documentalista e investigadora) y Ana Laguna (bailarina) serán los nombres de seis nuevos viales.(Aprobado el 25 de julio de 2016 por el Gobierno de la ciudad).”Mujeres en positivo que trabajaron para su comunidad.”

Con el subidón me pongo a difundirlo por las redes sociales y, lo reconozco, a proponer cien nombres más de mujeres que deberían tener “su calle” en Zaragoza. Por si vuelve a haber oportunidad y se aceptan ideas. ¡Tengo una lista tan larga!

Mientras tuiteo y posteo me van saltando respuestas del tipo “dejaros ya de tonterías” o “hay hombres que hicieron mucho más por esta ciudad”.

Es entonces cuando soy más consciente aún que la ciudad en la que vivo está muy enferma. Sí, lo está si vive en ella gente que hace burla y califica de «tomar decisiones chorras» que se pongan nombres de mujeres a las nuevas calles.

Y es que hay mucha gente gilipollas; mucha más de las que se merece esta ciudad. Personas que no saben hacer la ‘o’ con un canuto y subordinan a las mujeres hasta en su reconocimiento público.

Pero nadie me va a aguar la fiesta. Hoy brindo por esas 249 excepcionales mujeres que ya tienen su reconocimiento (no todas lo son, sólo una buen parte de ellas); y también lo haré para dar la bienvenida a las otras 6 que, en breve, tendrán su nombre en una calle. Calles de mi ciudad en las que pasearé con la compañía de la chicharra y el viento, esas calles donde las soñaré como se merecen.

¡ BRAVAS!