Hemos alcanzado un equilibrio complejo realizando un ejercicio de responsabilidad en tiempos de crisis. Una muestra de madurez de la izquierda real, que no renuncia a su propuesta de transformación, desde el análisis de la realidad en la que está inmersa y comprometida.Aprobamos un presupuesto que parte de unos ingresos decrecientes, de una amenaza continua de intervención, desde el más absoluto desprecio a la autonomía municipal. Pero estas deben ser las cuentas que aseguren el latido diario de la ciudad, el funcionamiento de sus servicios públicos, la economía social, la seguridad de los pequeños y medianos proveedores y que facilite el cumplimiento del Estado para con los derechos básicos de la ciudadanía, dando alternativas ante el paro y asegurando los procesos de integración.

Y todo ello frente a la mayor ofensiva conservadora que promulga la prioridad de los mercados sobre las personas, que hace cruzada de la destrucción de aquellas instituciones que garantizan derechos tan básicos y consolidados que casi habíamos olvidado que podían perderse: la sanidad y la escuela pública, el derecho a un trabajo digno o, en su defecto, al paro, a una vejez digna o a la atención pública a la dependencia.

 

El bloque de las derechas antepone el seguimiento de unas reglas de mercado inmisericordes, en un intento de aprovechar la crisis para emerger una nueva sociedad marcada por reglas malthusianas, injustas, insolidarias y mendaces. Si alguien no creía en la lucha de clases, hoy la ve en su más cruenta expresión. Y no son los buenos los que van ganando.

 

IU utiliza su capacidad política para convertir los presupuestos de la ciudad en la antítesis de esta ofensiva, priorizando gasto social y haciendo que los escasos recursos municipales cubran, en la medida de sus posibilidades, los recortes aplicados por desde Madrid y de la obediente señora Rudi. Es preciso compensar desde el Ayuntamiento la desaparición de los fondos para la integración, la caída de las partidas de dependencia o el descenso de los fondos de inserción social, siempre en base al reconocimiento de derechos que no, con todo respeto, a la caridad. Y es cierto que se reducen partidas como Turismo o Deporte, pero son actividades posibles en tiempos de bonanza y que son reducidas a su mínima extensión en tiempos de crisis.

 

Es preciso encontrar el equilibrio justo de calidad y eficiencia para los servicios públicos, porque son éstos los que garantizan la igualdad y la equidad. Y, al mismo tiempo, es necesario avanzar en un modelo de ciudad y en una sociedad alternativa y solidaria. Hay que andar hacia una democracia radical que posibilite nuevas gobernanzas. Es preciso reforzar las redes sociales para facilitar la participación en la política, desde la más pura acepción del término griego que define al hombre como animal político. Es indeclinable buscar vías para dar voz a los sindicatos en los debates municipales. Es justo convertirse en pared ante la reforma laboral. Es obligatorio defender el carácter público de los servicios municipales, en oposición a la oleada de privatizaciones. Es deseable generar actividad pública que marque los límites de la codicia privada (oficina antidesahucios) y ponga en marcha fórmulas que, desde lo público, generen recursos y empleo (Sociedad municipal de la energía).

Y es esencial desenmascarar el discurso de una derecha rampante, guerracivilista e insidiosa, que vuelve, cínicamente, sobre su palabra y trata de justificar una política que se olvida de lo humano para convertir en trascendente lo fiduciario.