Este 1º de mayo será la primera vez en la historia de nuestra democracia que no podamos tomar las calles organizados y organizadas para reivindicar el papel nuclear que la clase trabajadora desempeña como motor de la vida y también de la historia en nuestra sociedad.

Permaneceremos en nuestras casas cumpliendo rigurosamente con las medidas del aislamiento precisas para frenar la enfermedad. Paradójicamente en un momento en el que como nunca, hasta donde alcanza nuestra mirada, se ha puesto de manifiesto ese papel protagonista de los trabajadores y de las trabajadoras garantizando que nuestra sociedad estaba a la altura de las necesidades de todas.

Quizá por eso, este Primero de Mayo, debamos cambiar la manifestación por una reflexión compartida que sirva para fortalecer nuestras convicciones y reconocer la formidable trascendencia del papel de la clase trabajadora y de las organizaciones sindicales durante estos días. Una reflexión que signifique un punto de encuentro entre quienes han hecho posible salir adelante con esfuerzo y solidaridad.

Este Primero de Mayo es momento de poner en valor ese trabajo y de hacerlo con ambición, con orgullo de clase, porque no solo de aplausos viven quienes se están dejando la piel; esta crisis ha desnudado las inaceptables condiciones laborales que padecen en su día a día.

No podemos aceptar un cierre hipócrita de este episodio ni tolerar ninguna normalidad que implique institucionalizar la precariedad. Esta vez los esfuerzos deben ser compartidos justamente, no como en el 2008. Desde entonces arrastramos deudas con nuestros trabajadores que hay que saldar: derogar la reforma laboral o superar la precariedad y la brecha salarial, son algunas de ellas.

Os propongo para esa reflexión que contestemos a una serie de preguntas muy sencillas: ¿Qué hubiese ocurrido si quienes se ganan la vida con su trabajo no hubiesen estado allí? ¿Dónde estaríamos sin personal médico, de enfermería, de limpieza, sin agricultores, sin transportistas o taxistas, sin reponedores o cajeras de supermercado, sin auxiliares geriátricos, sin el personal docente…? ¿Qué hubiésemos hecho el resto? ¿Cómo podemos afrontar el futuro sin depositar nuestra confianza en lo común, en lo público, en la investigación, en la educación o en la cultura? ¿Qué hubiese ocurrido si nuestros derechos no hubiesen sido garantizados por tantas personas, que bajo la tutela pública y a pesar de los errores, han dado certezas donde no las había? Estas son solo algunas de las cuestiones que debemos abordar para entender la verdadera dimensión del papel de los trabajadores y trabajadoras


Una reflexión imprescindible que deje claro, a quienes intentan capitalizar el sacrificio de tanta gente humilde a la vez que niegan sus derechos laborales, que la clase trabajadora no va a aceptar ninguna componenda cuando esto pase y que sus sindicatos tienen mucho que decir estos próximos meses.

Se aproxima una crisis económica, que ya se veía venir, pero que ahora se ha agravado con los efectos del Covid19. Una crisis que no puede volver a recaer en las espaldas de los trabajadores y para la que debemos prepararnos.

En este contexto conviene actuar con unidad si queremos hacer realidad los aprendizajes que nos deja esta pandemia en los debates para la reconstrucción.

Unidad que ha de cristalizar en alianzas que integren, en torno a la centralidad del trabajo, los esfuerzos del movimiento comunitario y vecinal, la óptica feminista y la ecologista. Una amplia convocatoria que incorpore la experiencia de la economía social, el bagaje del movimiento agrario y su alternativa de producción y consumo, el carácter imprescindible del mundo de la cultura y de la creación y la vital importancia de la economía productiva que representan las PYMES y los autónomos.

Que sirva este Primero de Mayo para reunirnos en torno a esta reflexión. Garanticemos esa unidad de acción y de ideas. Nuestros esfuerzos y los retos que afrontamos lo requieren.


Álvaro Sanz, coordinador general de IU Aragón

Artículo publicado el 1 de mayo en Heraldo