Mi abuelo emigró a Alemania allá por el año 60. Sólo se llevó lo puesto y cuatro mudas en una maleta cerrada con una cuerda anudada.

Eran tiempos amargos, de los de color gris tirando a oscuro. De los de hambruna, represión, miedo y piojos en la mayoría de las cabezas semi rapadas.

En esos viejos tiempos, en el cole de mi pueblo, tenías que llevar una cartilla para que te dieran tu parte correspondiente de leche en polvo y, a los catorce como tarde, entrabas a currar en la fábrica del señorito del pueblo o a pastorear las ovejas del cacique de arriba.

Eran, dicen, otros tiempos. De esos que no merece la pena desenterrar, de los de hormigueros de personas emigrando a Europa, África y Latinoamérica para escapar de la miseria y el horror con una raquítica maleta de cartón con cuatro mudas, una infinita tristeza y dos fotos de la familia que dejaban atrás.

Pero hoy ya estamos en otros tiempos. Nuevos tiempos. Éstos en los que cada día te levantas con un nuevo caso más de corrupción, en los que escuchas inmune que el poder judicial es usurpado por el ejecutivo cuando, el primero, se esmera demasiado en hacer bien su trabajo. Nuevos tiempos de redes sociales. Tiempos de arrobas con gritos que denuncian la opresión ante la expresión y almohadillas de exigencias de libertad para una juventud que es encerrada por luchar por sus derechos.

Hoy es uno más de esa larga lista de días en los que te despiertas con la ciudad difuminada en espesa niebla. Una vida que ha vuelto a ser gris. Tiempos en los que si tienes Hepatitis C, pero no dinero, formarás parte de la estadística de doce muertos al día, y de mil al año. En los que casi dos millones y medio de niños y niñas son pobres y el desempleo se sitúa en más de cinco millones de personas.

En estos tiempos más de cuatrocientos mil jóvenes en España imitan a mi abuelo y, maleta en mano, desfilan como hormigas por los aeropuertos del país en busca de futuro. Son tan nuevos tiempos que el semi rapado de la cabeza es voluntario y las fotos de la familia se llevan en el ordenador o en el móvil, las mudas llegan a la docena y la maleta va con ruedas y cierre de contraseña, que para eso son nuevos tiempos.

No sé si al cierre de este artículo de opinión recibiré alguna notificación de imputada por algún delito contra la seguridad. Con esta nueva ley que, como el año, está recién estrenada es más que seguro que te multen, detengan, juzguen y metan en prisión solo por hablar y escribir sobre la realidad de estos nuevos tiempos.

Por si acaso esto sucede, aquí os dejo, voy a ir preparando la vieja maleta de cartón del abuelo y a meterme cuatro mudas limpias que me da a mí que quiénes gestionan y gobiernan hoy día este país gris, añoran demasiado los viejos tiempos.

 Paloma Lafuente, responsable de Políticas Sociales e Igualdad de IU Aragón