El próximo 10 de agosto no acudiré a la procesión. Así lo hemos decidido en la Asamblea local de Izquierda Unida: nuestros cargos públicos no acudirán, tampoco en las fiestas, a actos religiosos – y esta procesión lo es, al igual que otras- en calidad de tales, es decir, representando a ciudadanos y ciudadanas, con la banda roja. La razón es muy sencilla: somos defensores de un Estado laico, de la separación entre Iglesia y Estado, y así lo hemos escrito en nuestros programas electorales.

Todavía existe demasiada confusión cuando se habla de laicismo. Se trata nada más (o nada menos) que de la separación entre instituciones civiles e instituciones religiosas (separación entre Iglesia y Estado). ¿Por qué? Porque las primeras pertenecen al ámbito de lo público –lo público es lo que es de todos- y las segundas al ámbito de lo privado, de lo personal – cada individuo tiene sus propias creencias religiosas, que son diversas y plurales. Es sano y necesario que ambos ámbitos estén separados, que sean independientes uno del otro; el Estado se independiza de una doctrina religiosa en su quehacer y también las iglesias se independizan del Estado en el suyo. No puede entenderse a estas alturas un Estado que actúa bajo la influencia de una institución religiosa ni una iglesia que adoctrina condicionada por el Estado. Y no es tan extraño esto que decimos, puesto que está bastante claro en otros países europeos, e incluso nuestra Constitución, que si bien no usa el término “laico”, sí que lo declara aconfesional. Eso significa que nuestras instituciones civiles no “profesan” ninguna religión, que son neutrales en materia religiosa. Huelga decir que este artículo de nuestra Constitución se ignora sistemáticamente y a quienes pedimos que se cumpla nos quieren hacer pasar por raritos (lo más suave que nos dicen), teniendo que explicar una y otra vez porqué defendemos lo que defendemos.

Así pues, las autoridades civiles son eso, civiles. Se desenvuelven en el terreno de lo público cuando están desempeñando sus funciones de representación. Ya hemos dicho que la religión es una dimensión personal, privada, que cada persona expresará públicamente o no, según desee. Pero un cargo público no debería hacerlo en calidad de tal – con la banda roja si es concejal -, pues entonces está llevando sus creencias religiosas personales al plano público, que es de todos, pues a todos representa en ese momento, y esos “todos” tenemos creencias religiosas diversas (o ninguna), y no tenemos porqué ver a nuestros representantes públicos, a las instituciones, en el caso que nos ocupa, la Corporación municipal, identificándose con una religión, sea ésta cual sea, como tampoco aceptar en los espacios institucionales la simbología propia de una religión determinada.

Por alguna razón, la procesión del día 10 hasta ahora había quedado fuera de este debate. Quizá porque las fiestas son importantes para todo el mundo, ese día es el “grande” de la fiesta y nos gusta participar de él, ¿cómo no? Pero eso no cambia la realidad de la naturaleza religiosa de la procesión: Santo, cabildo catedralicio, danzantes que bailan en honor al Santo…, de hecho, en el programa de fiestas, figura en el apartado de actos religiosos. La fiesta tiene una dimensión institucional, una dimensión lúdica, una dimensión religiosa… y cada cual las vive según le apetece… o  puede, pues también hay dimensiones de la fiesta más complicadas: los que tienen que trabajar, los que no pueden dormir, los que no podrán hacer un dispendio festivo porque están en el paro…  Es cierto que nuestras fiestas llevan el nombre de San Lorenzo, santo católico. Es también cierto que el acto más emblemático de las mismas es el dance en honor al santo del día 10 y su procesión. Todo tan cierto como que el rasgo característico de nuestras fiestas es que son populares, donde el auténtico protagonista es la gente. Las fiestas populares son, quizá, el único momento en el que ignoramos las normas, en el que las indumentarias cotidianas que nos hacen diferentes se sustituyen por el blanco y verde que nos iguala, aunque sea sólo en apariencia, en el que ocupamos la calle, para divertirnos, para disfrutar juntos. La tradición, los cambios sociales, el devenir de los tiempos hacen que nuestra fiesta hoy sea así; y la fiesta seguirá cambiando en el futuro. Hoy aportamos nuestro grano de arena al cambio social. Izquierda Unida dice que, sus concejalas o concejales, como tales, en los actos religiosos de la fiesta, no pintan nada. ¡Felices fiestas!!!