Con sabor a madera de lápiz en la boca, aburrida de repasar los garabatos tallados en el pupitre y despistada de la lección, eleva la vista. Ahí está ese retrato, azulado y gastado de tantas miradas aburridas de generaciones y generaciones de estudiantes. ¿A dónde miraba? ¿Por qué no atiende a sus súbditos? ¿Por qué no contempla con amorosa devoción a Sofía? ¿Estaba igual de abobaliconado que nosotras, empanado en modo avión, o estaba tramando a dónde escapar después de esa tediosa sesión de fotos? ¿Un casquete con Bárbara? ¿O una borrachera a bordo del Bribón?

El papel que jugó en la historia, no lo hizo ni por ti ni por mi. Lo hizo por él y por todos sus compañeros (léase élites), por salvar su propio trasero real. Tan a huevo como quien coge una fruta madura. Del mismo modo que hoy huye de la justicia. La misma justicia que condena a prisión a quienes rapean que es un ladrón. Patriota de poliespán, fratricida, putero, derrochador del patrimonio ajeno. Son palabras feas, pero más feo es su comportamiento.

Ese también es su legado, y vivimos en un país que ha blanqueado todo eso tildándolo de «campechanismo». Ese concepto. Ese espejismo colectivo que le permite fugarse sin que nadie se lo impida a unas vacaciones pagadas en la República Dominicana en mitad de una pandemia.

Juan Carlos no es el único con comportamientos inmorales: Urdangarín, Cristina de Borbón, Marichalar, Alfonso XIII… es la propia institución la que alimenta esa sensación de impunidad, esa borrachera de poder. Me da igual la imagen impoluta de Felipe, me da igual la pátina progre de Letizia. Me dan igual porque es que no nos aportan nada a nosotras, las plebeyas. Creer en la monarquía es como creer en los Reyes Magos. Ya vale, ya hemos crecido. Hoy la Monarquía son los padres y las madres del IBEX 35.

Compiyoguis, nos están haciendo el juego de la bolita en nuestras narices. Que digo yo que en pleno siglo XXI ya seremos una democracia lo suficientemente madura como para elegir por nosotras mismas nuestra propia Jefatura de Estado. Nunca es mal momento para trabajar desde la base hacia un proceso constituyente.

¡Ahora caigo! Ya comprendo hacia dónde miraba Juancar en su retrato: hacia su futuro, que es nuestro presente, hacia el Este, hacia un resort en el Caribe.

Artículo publicado por Blanca Enfedaque en Arainfo