En los últimos quince días, he invocado esa gran frase de la querida Rosa de Luxemburgo: “quién es feminista y no es de izquierdas, carece de estrategia. Quien es de izquierdas y no es feminista, carece de profundidad”.

Y es que una viene ya cargadita desde hace dos semanas. Bueno, no, una viene cargadita desde mucho antes. Pero estas últimas semanas… ¡Madre, qué semanitas!

Dos situaciones, independientes, separadas en el tiempo, sin conexión coyuntural pero con el mismo problema estructural me han traído de nuevo a Rosa.

Primer asedio:

Hace dos semanas, con motivo de la Women´s March, me encontré a mí misma perdiendo el tiempo en justificarme. O lo que es lo mismo: estuve desaprovechando muchos minutos de hacer pedagogía feminista.

Y es que ahora resulta que si miles de mujeres inundan las calles de varios estados y países para decirle a un enorme misógino, racista, homófobo y clasista, que se vaya a la mierda y que somos una manada para plantarle cara, estamos siendo dirigidas por la otra parte de la contraparte. Que es que somos muy tontitas y no nos damos cuenta que, en el fondo, estamos siendo manipuladas.

Y es que no se podéis dejar en el bolsillo ese paternalismo innato, esa indulgencia ante quiénes sólo nos consideráis marionetas. Aunque yo creo que lo que verdaderamente molesta, más de lo que se piensa, es el empoderamiento feminista.

No creo que sea tan difícil de entender que salir a protestar contra un atroz ser humano no implica estar a favor del humano atroz que lo precedió y de su heredera. Y que apuntar así la acción es un enfoque tramposo por la parte aliada. Por favor, argumentos tan fútiles dejadlos para el enemigo.

Creo que se escucha poco y se habla de más. Y, así, no se aprende. Quizá este discurso de la inteligente feminista, política marxista, filósofa, activista afroamericana, anticapitalista, antiimperialista  y gran luchadora como es Angela Davis, os ayude en el camino.  (Aquí el discurso íntegro de Angela Davis)

¿O también es sujeto de duda su historia de lucha, combate e integridad?

Y sí, acudieron otras mujeres. Que no le llegan a la suela del zapato a Angela. Que tendrían otros – o más- motivos para hacerlo. Somos conscientes, por mentira que os parezca. Lo sabemos y lo identificamos. Solitas, sin que nos lo contéis vosotros.

Y yo hablo en mis pensamientos con Rosa que sí, que hubo muchas carencias de estrategia. ¿Y qué? ¿Nos quedamos en casa entonces? Pues no.

Segundo asedio:

Pero aquí no queda todo. Aún tenía que escuchar más declaraciones vergonzosas. Y ha ocurrido esta semana. El presidente de Ecuador, el señor Rafael Correa, soltando barbaridades -de nuevo- cuando se trata de derechos de las mujeres y de lucha contra el patriarcado.

En una entrevista que concedió a la SER, en su visita a España, el pasado lunes, opinó sobre la violencia machista. ¡Ay! Que me pongo malita, de verdad.

Como él mismo contó, una feminista de su país le había dicho que “el Estado debe garantizar que no se maltrate a la mujer dentro del matrimonio”.

Y responde, todo convencido él, que “hay una parte de responsabilidad individual, familiar y de la comunidad, y que no todo lo puede hacer el Estado”. La presentadora del programa, tras un par de segundos en silencio, le comenta: “pero el Estado sí puede proteger a las víctimas de violencia machista y proveer de recursos para la igualdad”.

Respuesta del menda: “…yo lo que le estoy diciendo es que hay comportamientos individuales y opciones individuales de con quién se casa y con quién no y el Estado no puede intervenir”.

(Entrevista íntegra)

Mis ojos como coles y la indignación quemándome las cejas. ¿Se puede hacer un comentario más indignante y ruin? Le recuerdo al señor Correa, gobernante de izquierdas- como él recuerda que es en la entrevista -, que en su país hay mujeres encarceladas por abortar. Y, no sólo eso, que cuando hace tres años se pretendió modificar el Código Penal de su país para despenalizar el aborto en caso de violación, este gobernante de izquierdas amenazó con dimitir como presidente del país si eso sucedía.

¡Vaya!, pues parece que para decidir sobre la libre maternidad y, mucho peor aún, para que una mujer violada que aborta no siga siendo considerada una delincuente, para eso, sí parece que debe intervenir el Estado. Y vuelvo a hablar en mis pensamientos con Rosa, y le digo que se quedó muy corta con lo de la carencia de profundidad.

Y todo esto lo escucho el mismo día que no encuentro ninguna portada en la prensa sobre el asesinato de dos mujeres en menos de 24 horas en nuestro país.

Así que nadie pretenda que me calle esta vez.

Que no me callo. Que la mitad de la población llevamos toda una vida aguantando la supeditación de la igualdad y el cumplimiento de nuestros derechos humanos a vuestras prioridades. Y que ya me empacha escuchar que cuando las feministas nos hartamos de ello es porque somos unas desleales e ignorantes. Ofende ya tanta calumnia.

Estamos rodeadas. Pero somos muchas con ganas de romper las cadenas.

Firmado: una feminista de izquierdas.

Paloma Lafuente