La Cámara de Comercio, ese ente que según dice en su web, tiene como misión promover, apoyar y defender los intereses de las empresas altoaragonesas, alquila sus locales al Burger King más grande de Europa: kilos y kilos de carne, lechuga, cebolla, tomate y pan, ninguno de ellos producido aquí, ni cerca de aquí… ni uno. Ya no hablaremos de la comida saludable, pues hay suficiente literatura al respecto.

El Mercadona amplía uno de sus establecimientos con el beneplácito municipal (sólo IU votó en contra de la ampliación de las medianas superficies de 1000 a 2500 m2 cuando la propia Mercadona lo solicitó). Sus productos también tienen su origen a muchos kilómetros de aquí.

Puestos de trabajo, nos dirán… si. El Mercadona ya ha dicho que la ampliación no supone ni uno. Y la Alcaldesa celebra que 25 jóvenes oscenses no tendrán que marcharse a Alemania, ya que podrán labrar su futuro en su ciudad natal, trabajando en el megaburguer. Se jacta de la inestimable colaboración municipal para que se instale aquí. Que brinde con la Cámara de Comercio.

Mientras estas dos maravillosas noticias nos llegan, numerosas tiendas, restaurantes y pequeñas empresas cierran sus puertas.  Me cuentan que no pueden llegar a todos los gastos. Uno de los más importantes, el alquiler, que a pesar de la crisis, no baja. Bajaron los salarios, el coste del despido, pero el alquiler, no.  Muchos locales en pocas manos; propietarios que prefieren un local vacío que bajar el precio y facilitar que un pequeño negocio siga funcionando.  ¿Por qué? Pues porque pueden y porque alguien se lo permite.

Los escasos negocios que todavía se basan en los productos locales agonizan en la tela de araña que tejen entre las grandes superficies y el ejercicio caciquil de unos cuantos que siempre ha caracterizado a esta ciudad.

Iniciativas novedosas para impulsar lo local como el mercado ecológico encuentran serias dificultades mientras hay un paradójico y solemne silencio ante los hipermercados camuflados de supermercados y la llegada del imperio fast – food.

Los grandes de aquí, como los grandes de todas partes, no quieren dejar de ganar ni un sólo euro menos de lo que acostumbran, con crisis o sin ella; ellos no necesitan un cambio de modelo productivo, ni otro distinto de relaciones económicas; ni en el mundo, ni mucho menos en esta pequeña ciudad, terreno de juego que controlan con el beneplácito del pusilánime arbitraje del gobierno municipal de turno. Todos sabemos lo que quieren los grandes. ¿Y los pequeños? ¿Qué quieren los pequeños? ¿Qué quieren los que si precisan un cambio de modelo económico, un modelo distinto de relaciones económicas?.

No hace falta hablar del dineral que el gobierno da a la banca y niega a los ciudadanos y ciudadanas. Tenemos aquí nuestro propia pecera de injusticias. Esta ciudad se sume en el desagüe de la desgana, de la falta de decisión para poner a los grandes en su sitio y del conformismo de la mayoría. Alfombra roja para el tiburón, pisotón para el boquerón y silencio de las sardinas.