Artículo de Álvaro Sanz, Coordinador de Iu Aragón, publicado el 22/01/2020 en El Periódico de Aragón.

Como en la mítica película de Berlanga, estos días Aragón anda revolucionado con las declaraciones cruzadas sobre si Amazon debe pagar el ICIO (impuesto sobre construcciones) en Villanueva de Gállego o no.

Temerosos de lo que pueda pensar este gigante tecnológico sobre nuestra solvencia, con el presidente del Gobierno de Aragón como portavoz de la regañina, ha acusado a Villanueva de Gállego de no estar a la altura de las circunstancias, llegando a escuchar que «hay que ser valientes» para asumir estos retos. Quizá, la valentía está en exigirle a las grandes empresas que aporten al territorio lo mismo que el resto de pequeños y medianos negocios.

Partiendo de la base de la autonomía municipal para defender sus legítimos intereses, lo que verdaderamente deberíamos estar debatiendo es qué compromisos asume el Gobierno de Lambán, más allá de sus competencias, con determinados intereses privados está bajo el amparo de la figura de Proyecto de Interés General de Aragón (PIGA).

Es paradójico que el mismo Gobierno que se escuda en la autonomía y la voluntad municipal para no impedir determinados proyectos urbanísticos en zonas tan sensibles como el Pirineo, ahora presione a un ayuntamiento para que deje de cobrar sus impuestos.

¿Es interesante para nuestra comunidad que se creen puestos de trabajo correspondientes a la cuarta revolución industrial? Indubitadamente sí. No obstante, ¿eso está reñido con que un gigante empresarial pague sus impuestos igual que lo hace una autónoma que quiera abrir una peluquería en Villanueva de Gállego? Esa es la clave.

Seguro hay quien dice que sin alfombras rojas las grandes empresas no vienen. A esas voces queremos contestarles con la pregunta de siempre ¿no sería más útil a largo plazo invertir en empresas tecnológicas aragonesas que tengan menos tentaciones de deslocalizar su producción?. Recientemente hemos conocido el drama de Schindler y la intención de traspasar su producción a Eslovaquia, amenazando con desaparecer 119 puestos de trabajo con nombre y apellidos.

Un Gobierno debe planificar hacia dónde quiere hacer caminar su economía y no convertirse exclusivamente en un lobista para la atracción de inversores a cualquier precio. Una actitud que dice muy poco de la confianza en lo endógeno y de la autoestima colectiva. Nuestro modelo productivo tiene problemas endémicos ya conocidos y, por ello, es preciso reorientar nuestro tejido productivo y situarlo como verdadero protagonista de la vida económica aragonesa, más allá de monocultivos productivos que usan la amenaza de deslocalización para optimizar resultados a costa de los costes laborales y la calidad en el empleo.

Hablamos de apoyar en los autónomos, en el sector primario, la economía de cuidados, la economía social como un sector al alza que ya supone el 6,5% del PIB aragonés, en la investigación, esas son nuestras grandes fortalezas. Son estos actores los que perdurarán garantizando empleo con derechos y la superación de un modelo de alta dependencia energética, concentración territorial y poca cultura de sostenibilidad.

Seguir apostando por la atracción de empresas sin otro criterio supone, en ocasiones, profundizar en modelos superados. El caso de la planta logística de BonÁrea es un claro ejemplo. Estos días se nos dice que su apertura está condicionada a la urbanización y servicios, que pagaremos con 20 millones de dinero público. Un proyecto que prima la uberización del campo en detrimento de las explotaciones familiares, las que arraigan la riqueza a largo plazo en el territorio.

Aragón no puede, ni debe, depender exclusivamente de proyectos estrella. Tenemos potencial propio, aunque igual su apoyo no otorgue tantos titulares y exija más tiempo y esfuerzo para evitar que como en Bienvenido Mr. Marshall, al final la comitiva pase de largo y tengamos que pagar el pastel a escote entre todas las aragonesas y aragoneses, que experiencias previas ya tenemos.