El pasado 14 de abril se cumplieron 82 años desde que se proclamara la Segunda República Española. Los republicanos españoles celebramos año tras año este aniversario y lo hacemos desde el llamado de la historia, desde el sincero homenaje a quienes proclamaron, desarrollaron y defendieron los ideales de justicia, libertad, igualdad y fraternidad sobre los que quisieron cimentarse los pilares de un estado verdaderamente democrático, mutilado violentamente a partir del golpe de estado fascista de 1936. Pero lo hacemos también desde el convencimiento de que la lucha por la tercera república es, por encima de todas las cosas, una lucha por el futuro.

En un momento como el actual, en el que los mercados y los mercaderes han iniciado a un ritmo frenético la conquista de Europa, en el que, utilizando como coartada la situación económica que ellos mismos imponen a la ciudadanía, se recorta en democracia, se eliminan derechos básicos, se pasa por encima de todas y cada una de las conquistas que como ciudadanos habíamos logrado a lo largo del convulso S.XX. Es en estos momentos cuando es preciso dar un golpe de timón y hacer que la situación se revierta.

El actual sistema está podrido hasta la médula y es incapaz de resolver los problemas de la ciudadanía. Los problemas de la gente real. Los poderes económicos y las élites, véase grandes propietarios nativos y golfos profesionales de la especulación internacional, están cercando nuestros derechos con la inestimable ayuda de políticos que concurren a las elecciones diciendo que van a defender los intereses de la gente y acaban trabajando por los de su enemigo, una vez toman asiento en sus conquistados sillones. Un día nos dijeron que las pensiones no eran sostenibles y reformaron el sistema para que los españoles nos jubiláramos más tarde y con menos dinero, después nos explicaron que para crear empleo hacía falta cargarse nuestros derechos como trabajadores e hicieron dos reformas laborales casi consecutivas. Ahora se nos dice que la sanidad pública no es sostenible y vemos las aletas de los tiburones revoloteando para hacerse con tan suculento negocio: Y esos tiburones se llaman Capio o se llaman Lamela, por ejemplo. Cuando ejercemos el legítimo derecho a la manifestación, vemos como el Gobierno nos lanza a la policía, vemos como los medios de extrema derecha criminalizan a gente que se manifiesta para parar desahucios y vemos, sobre todo, que este sistema es fuerte con los débiles y débil con los poderosos, vemos que no nos sirve y aspiramos, legítimamente a cambiarlo. Exigimos en la calle que las instituciones no nos pasen por encima repetidamente. No tanto gracias a los votos de la gente, sino merced a una ley electoral que nos infrarrepresenta y que está pensada precisamente para eso, para evitar la disidencia y afianzar el monolítico y servil bipartidismo.

La actual Constitución española, la de 1978 consagra, por ejemplo, el derecho al trabajo o a una vivienda digna. Pero hay 6 millones de parados y centenares de desahucios al día. ¿De qué le sirve a la gente la Constitución de 1978? ¿De qué les protege? Ha llegado el momento de abordar una nueva partida sin las cartas marcadas. El momento de debatir, de hablar, de confluir, de dialogar… Ha llegado el momento de abordar un proceso constituyente que sirva para dar a luz no sólo un nuevo texto constitucional, sino un sistema nuevo en el que todos seamos mayores de edad, y en el que la política esté por encima de los intereses económicos de cualquiera.

Las razones de la desafección que la ciudadanía siente hacia la política no sólo hay que buscarlas en la corrupción, donde residen de forma fundamental. También en que en los últimos años hemos visto como todos nuestros derechos eran negociables y sin embargo no lo eran los privilegios de los más pudientes.

La actual monarquía parlamentaria está agotada. La monarquía, por evidente y medieval decadencia, sin entrar a pormenorizar el rosario de indignidades que ha protagonizado la familia real en los últimos tiempos. No olvidamos el patriotismo de cuenta en Suiza del difunto padre, ni las amistades peligrosas del monarca ni los turbios negocios del yerno y la hija. Y qué decir de un parlamento y una democracia arrodillados a los dictados de la Troika.

Yo no sé ustedes, pero creo que nos merecemos elegir, que nos merecemos decidir y que nos merecemos poder expresar estas y otras cosas como ciudadanos libres. La desafección de la ciudadanía hacia lo público, hacia la política dice mucho también de la necesidad de superar la crisis ética que atraviesa nuestra sociedad. En este sentido, necesitamos superar una arquitectura institucional lejana de la gente y sus problemas, que son en último término los problemas de España, herida de muerte por la corrupción y la plutocracia se hace más necesaria que nunca. Por eso el republicanismo hoy tiene más sentido y es más necesario que nunca. Creemos entre todos el estado de opinión necesario para devolver radicalmente la soberanía al pueblo. Salud y República.

Ismael Sanz es portavoz del grupo municipal de IU en Ejea de los Caballeros