La semana pasada se celebró la última sesión plenaria “del curso”. Un año ya desde que se constituyó la IX Legislatura del Parlamento aragonés.

El 18 de junio de 2015 el sol estaba pletórico. Es lo que tiene junio: sol, calorcito, colores, alegría y vida.

Aún con el entorno a favor fue un día duro, muy duro. Todo sabía amargo, olía a tristeza, la injusticia seguía siendo la capitana de las sensaciones desde la noche del 22 de mayo.

Izquierda Unida de Aragón se quedó con una sola representante en el Parlamento aragonés. Una sola diputada. Una sola cara y una sola voz. Una decepción tremenda que no se correspondía, en absoluto, con todo el buen trabajo realizado por nuestra formación política, en las calles y en las instituciones, la legislatura anterior. Que no hacía justicia a toda la lucha y esfuerzo infinito de sus militantes, día tras día, en la reconquista de nuestros derechos y libertades. Los de nuestra gente. Los del pueblo.

Se ha cumplido un año desde que Patricia Luquin entrara en las Cortes con la cabeza muy alta. Le acompañábamos (físicamente en ese momento) María y yo misma, pero las tres sabíamos que, cuando Patricia entrara sola en el hemiciclo para prometer su cargo, entraban con ella las 28.840 personas que confiaron en nosotras y nosotros, y que optaron por seguir teniendo una voz en el parlamento aragonés que les representara. Una voz para tener un Aragón feminista, anticapitalista y de izquierdas, en el que la economía esté al servicio de las personas, en el que las libertades y la igualdad no sean concesiones sino derechos para la ciudadanía y obligaciones para los poderes públicos. Un Aragón que atienda al medio ambiente no como un recurso económico más, sino como el entorno que hemos de respetar y preservar y transmitir a las generaciones futuras.

Prometió el cargo sin renunciar a sus valores republicanos. A los valores de todas nosotras. Sólo se oía su voz, pero eran 28.840 gargantas las que tomaban su cargo. Gritos de militantes, simpatizantes y votantes que siguieron apostando porque el pueblo sea el verdadero protagonista de su destino y pueda ejercer el poder que le ha sido arrebatado y secuestrado.

Ha pasado un año ya. No se me olvidará nunca aquel día. Fue duro. Muy triste. Soleado. Muy soleado.

Con el sosiego que aportan doce meses de distancia también creo que fue un día de fraternidad desbordante, de tsunami de dignidad. Las 28.840 gargantas que emitieron un grito unísono dejaron muy claro que todas esas personas son muy capaces de ejercer con plenitud la toma de decisiones sobre lo que les afecta.

Este último año no ha estado exento de dificultades. Muchas. Hemos sufrido la oposición interesada a pertenecer a una agrupación parlamentaria, la invisibilización en dos terceras partes de las comisiones parlamentarias, el silencio impuesto ante tantos temas que nos afectan a las 28.840 personas que queremos hablar, desde la izquierda, en el parlamento aragonés. Hemos aguantado las hostilidades y zancadillas habituales de quiénes se creen dueños y dueñas de todo; de quiénes se apropian de lo que sólo le corresponde, soberanamente, al pueblo.

Pero hace falta mucho más para que tantos miles de personas estén quietas y calladas. Por eso, este año que ha pasado, habéis trabajado tanto: controlando y fiscalizando al gobierno, planteando modificaciones a leyes injustas que venían de atrás. Habéis impulsado legislación que beneficie a la economía social y solidaria; que defienda a la clase trabajadora de los ataques del neoliberalismo atroz; que proteja el medio ambiente y apueste por la sostenibilidad. Habéis aportado y participado en el estudio de la realidad de las violencias machistas en Aragón.

Habéis trabajado para que las prioridades sociales tuvieran un hueco en los presupuestos de este año. Os habéis dejado las uñas para que la renta social sea verdaderamente eso, social. Para que la salud sea lo que nunca debió dejar de ser, universal. Y no os habéis olvidado de nuestros muertos y muertas, nuestra gente asesinada que sigue enterrada en las cunetas y muy viva en nuestros corazones.

Todas esas cosas, y muchas más, habéis defendido, reivindicado y conseguido.

Yo, me siento orgullosísima de haber aportado mi granito de arena en vuestro arduo trabajo. El que sólo es capaz de hacer las personas imprescindibles.

28.840 gritos unidos en una sola voz.

Y aquí seguiréis por tres años más, pese a quién la pese.

Supongo que nos lo enseñan todas las madres, la mía desde luego sí. Mi madre me educó en ser agradecida y en estar orgullosa de pertenecer a la clase a la que pertenezco. Por eso, desde estas líneas, porque mi madre es muy sabia y porque necesito hacerlo: ¡¡28.840 GRACIAS!!

Paloma Lafuente, responsable de Políticas Sociales e Igualdad de IU y Coordinadora del Grupo en las Cortes